El indio no tenia ningún derecho, pero si todas las obligaciones, su condición se había rebajado mucho más que en la Colonia, era algo así como un semoviente del latifundio. En la venta de la propiedad el indígena era incluido como un elemento anexo. Las clases dirigentes para nada consideraban a la familia indígena como que no fuera para arrancar a sus hijos para el ejército o el obraje o a sus hijas para la servidumbre y la deshonra. En resumen el indígena era un despojo humano, víctima de la altanería y de la vejación del mestizo. Esta extorsión y explotación logró despertar al indígena de su habitual apatía. Entonces la iniquidad, la opresión y el vilipendio lo exasperaron y lo hicieron estallar.
Bajo la iniciativa de un indígena de Marián, Pedro Pablo Atusparia, todos los alcaldes de las estancias de Huaraz presentaron su memorial al Prefecto Sr. Francisco F. Noriega, solicitando la supresión de la servidumbre y la abolición del tributo. Era un pliego completo de sus amarguras y la declaración de sus derechos y reivindicaciones. El sistema oligárquico representado por la persona del Sr. Prefecto no pudo menos que condenar la osadía indígena. El delito de reclamo fue condenado al látigo. Un sargento de la policía, el "Zambo Vergara", flageló a Atusparia. El estoicismo del indígena exacerbó al sicario hasta el ensañamiento. Los demás alcaldes que se presentaron ante el prefecto demandando la libertad de Atusparia no pudieron conseguir sino que la vejaran. Pues se ordenó que se les cortara las trenzas, símbolo de su autoridad y nobleza.
Libre Atusparia unió su indignación al de sus compañeros y mientras el Prefecto se ausentaba a Aija, se dedicó a organizar la revolución. Pronto los cerros se cubrieron de enfervorizadas masas indígenas. Reunidos en Marian, designaron a Pedro Pablo Atusparia como delegado. La aversión al abuso y la humillación del último resago de su dignidad empujó a los indios a correr el albur de una aventura, tentada ya en la Colonia con la insurrección contra el Visitador General de la Real Hacienda, don José Antonio de Areche, cuando era Corregidor de Huarás el Márquez de la Casa Hermosa.
Bajo la iniciativa de un indígena de Marián, Pedro Pablo Atusparia, todos los alcaldes de las estancias de Huaraz presentaron su memorial al Prefecto Sr. Francisco F. Noriega, solicitando la supresión de la servidumbre y la abolición del tributo. Era un pliego completo de sus amarguras y la declaración de sus derechos y reivindicaciones. El sistema oligárquico representado por la persona del Sr. Prefecto no pudo menos que condenar la osadía indígena. El delito de reclamo fue condenado al látigo. Un sargento de la policía, el "Zambo Vergara", flageló a Atusparia. El estoicismo del indígena exacerbó al sicario hasta el ensañamiento. Los demás alcaldes que se presentaron ante el prefecto demandando la libertad de Atusparia no pudieron conseguir sino que la vejaran. Pues se ordenó que se les cortara las trenzas, símbolo de su autoridad y nobleza.
Libre Atusparia unió su indignación al de sus compañeros y mientras el Prefecto se ausentaba a Aija, se dedicó a organizar la revolución. Pronto los cerros se cubrieron de enfervorizadas masas indígenas. Reunidos en Marian, designaron a Pedro Pablo Atusparia como delegado. La aversión al abuso y la humillación del último resago de su dignidad empujó a los indios a correr el albur de una aventura, tentada ya en la Colonia con la insurrección contra el Visitador General de la Real Hacienda, don José Antonio de Areche, cuando era Corregidor de Huarás el Márquez de la Casa Hermosa.
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