Cien años de amor
Han querido mis honorables amigos y familiares que sea yo el que ofrezca este homenaje y diga el aprecio en que cada uno de nosotros hay guardado para honrar la memoria del ilustre benemérito Doctor Olivera Cortés.
Estamos congregados en este acto, en esta casa, en este templo y en el hogar de la buena amistad, rememorando al maestro, al jurista, al amigo con el calor de nuestros afectos y el fulgor de nuestra admiración.
Este ambiente de cordialidad y aquel magistrado de la sinceridad me excusa de toda diplomacia y protocolo y solo oficia en estos momentos el rito llano de una ceremonia familiar y la formula sencilla de la expresión fraternal.
De alguna manera más sobresaliente habríamos podido celebrar este homenaje si se tratara solamente de tributar un aplauso a los méritos excepcionales del Dr. Olivera Cortés. Pero nunca habríamos logrado de otra manera que en la de ésta ocasion de expresar nuestro afecto al profesional, padre ejemplar, esposo, amigo dilecto y abanderado de la justicia y al hombre de fino tacto social. Por eso, en esta efeméride atentos a las más viejas liturgias cristianas cantemos nuestros salmos y partamos nuestro pan porque ansiamos que Eleodoro Olivera Cortés participe en el más allá, no solamente de nuestro orgullo sino también del aroma de nuestro recuerdo.
Esta fiesta es la ovación a un hombre y a una idea. A un hombre que en medio de la complejidad de la justicia social y cultural supo vivir con la belleza y sencillez de los hombres sabios y prudentes.
Han querido mis honorables amigos y familiares que sea yo el que ofrezca este homenaje y diga el aprecio en que cada uno de nosotros hay guardado para honrar la memoria del ilustre benemérito Doctor Olivera Cortés.
Estamos congregados en este acto, en esta casa, en este templo y en el hogar de la buena amistad, rememorando al maestro, al jurista, al amigo con el calor de nuestros afectos y el fulgor de nuestra admiración.
Este ambiente de cordialidad y aquel magistrado de la sinceridad me excusa de toda diplomacia y protocolo y solo oficia en estos momentos el rito llano de una ceremonia familiar y la formula sencilla de la expresión fraternal.
De alguna manera más sobresaliente habríamos podido celebrar este homenaje si se tratara solamente de tributar un aplauso a los méritos excepcionales del Dr. Olivera Cortés. Pero nunca habríamos logrado de otra manera que en la de ésta ocasion de expresar nuestro afecto al profesional, padre ejemplar, esposo, amigo dilecto y abanderado de la justicia y al hombre de fino tacto social. Por eso, en esta efeméride atentos a las más viejas liturgias cristianas cantemos nuestros salmos y partamos nuestro pan porque ansiamos que Eleodoro Olivera Cortés participe en el más allá, no solamente de nuestro orgullo sino también del aroma de nuestro recuerdo.
Esta fiesta es la ovación a un hombre y a una idea. A un hombre que en medio de la complejidad de la justicia social y cultural supo vivir con la belleza y sencillez de los hombres sabios y prudentes.
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