miércoles, 25 de julio de 2012

LISTOS LOS TRES TOMOS DE LAS MEMORIAS DE J OLIVERA



Ya van muchísimas hojas escritas y no dicen nada de mis memorias;pues la realidad es esa, que solo comento mis obras y quizá parte de mi vida, como la historia que les obsequio en este instante, que trata de mi juventud enamorada y mis sueños y ensueños de adolescente-

Sus abuelos, sus padres, todos sus parientes habian fallecido uno tras
otro y se han ido quedando solos.
Los primeros amores no se olvidan con facilidad, marcan una vida. A
veces otro sentimiento quizas lo supera, pero cuando no es asi resulta inútil luchar
contra ellos, porque suponen la felicidad del pasado y cuando un sentimiento perdura
muchos años ha de ser positivo.
No se si Héctor Chenedollé se quizo realizar antes de envejecer, pero es
evidente que lo logró pero no con Albertina. Tampoco sé si lo hizo por ella, pero es
igualmente valido.
Evocaron sus besos, dulces, cálidos, apasionados y vehementes. Toda
una relación añeja se cubrió como una nube caliente y poderosa. Habían acaparado
una vida completamente. El destino es jugetón y a veces muy cruel. Hay que tener
voluntad suficiente y también olvido para no traicionarse.
Héctor era de esos hombres suabes, intelectuales, silenciosos,
personales, llenos de ternura que siempre suelen atraer a una mujer. Albertina había
vivido su vida dedicada a la literatura y al arte. Sabia en diferenciar un afecto de un
sentimiento; también sabía que la mujer tiene tanto derecho como el hombre.
Tenía pocos años cuando sintió aquella atracción por Héctor y nunca pudo
sentir lo mismo por otro hombre. Era un amor casi platónico, nunca lo negó, pero
profundo y además siempre tuvo el presentimiento de que Héctor Chenedollé sentía
lo mismo por ella. Imaginaba su alta inteligencia, su firme estatura, su arrogancia, su
pelo negro apenas ondulado y largo, sus ojos café, aveces acerados, mirando de
aquél modo que tal se diría que la despojaba prenda a prenda de toda su ropa y la
dejaba desnuda.
La docencia le atraía, licenciada en Literatura y Letras, su vocación y
su illusion era escribir. Solía enviar colaboraciones a revistas femeninas que no
tenían mucha trascendencia pero que la habrian iniciado en su futura carrera. En
Perú se publicaba mucho pero se leía muy poco. Escribia sobre “El Cholo Meza”, don
Ladizlao F. Meza, huaracino, de espiritu bohemio y rebelde impertinente, cuya
temprana muerte segó antes de llegar a sazón, uno de los valores dramáticos más
firmes de Hispanoamérica. Escribir para que su libro se muriera en un escaparate no
le atraía. Tampoco aspiraba a ser una Best- Séller. Sería demasiada suerte.
Era el vivo retrato de su madre doña Angélica, de esos ojos verdes y
grandes, de mirada acariciadora, cabellera rubia con rulos espaciados; pudorosa en
su intimidad, evidentemente tenía clase, había nacido con ella y la llevaba como un
troféo, sin orgullo y sin soberbia, pero sabiendo que la tenía.
Chenedollé y Albertina se fueron conociendo día a día a travez de sus
cartas y se correspondían en todas sus aspiraciones, en lo físico, lo moral, en lo
intellectual y espiritual. Se amoldaban divinamente.
Los gustos, la comprensión y la tolerancia y, la pasión que inspiran ciertas personas
se daban la mano aquí, en esta pareja.































miércoles, 18 de julio de 2012

Semblanza a un Maestro en este dia 6 de julio

Semblanza a un Maestro en este dia 6 de julio


Obra de amor es el apostolado del maestro . Obra de creación que le identifica a Dios y lo eleva por encima de los padres. Amor y creación cuyas fuerzas secretas tienen la virtud esencial de transformar al amante en la persona que ama, al creador en el ser que crea, de identificar los ideales y los ensueños con el objeto de la pasión y de plasmar la belleza concebida con la encarnación del ser idolatrado y con el resplandor de la ilusión perseguida. El amor convierte la conciencia vulgar en una personalidad creadora y esta conversión es tanto más eficaz cuanto es más pertinaz la idea y más sentida la emoción. Conjunción de fuerzas que subliman al maestro y lo impelen a no vivir otra vida que la de sus alumnos e impregnarse de sus modalidades y armonías y lograr en un rato de misticismo la figura buscada del discípulo, futura proyección de su cerebro y corazón, de sus ideales y sentimientos.

Pero quién es amante apóstol? Desde muy antiguo los términos abundan y lo enuncian. Los griegos a toda obra o concepción grandiosa llamaron magistral y a sus artífices maestros. Aparecieron las ideas directrices y surgió el precepto básico, emergiendo entonces el preceptor. Las ideas y los credos erigieron escuelas y los hombres profesaron una doctrina y apareció el profesor. Las doctrinas se ilustraron y se sustentaron en los foros o en las cátedras y advino el catedrático.

Los Helenos armoniosos y divinos, maestros de la cultura, junto a la noble elegancia del pensamiento nos enseñaron el ritmo bello de la forma y forjaron hombres como dioses. Sócrates y Pericles sintetizaron su época. Los romanos supremamente distinguidos concibieron un tipo de hombre cuyo símbolo más fiel está en la Loba del Capitolio y las testas de Cicerón y Julio César. Los europeos occidentales in surgieron reaccionarios y liberales e hicieron aflorar los temas pedagógicos y jurídicos dando a relucir a Concorcet y ofreciendo un Nuevo tipo de revalidación entre Kant y Napoleón sus más conspicuos exponentes. América se quedó a la deriva, aparecieron reformadores como Sarmiento y hombres libérrimos como Bolívar y San Martín.

Pero en Europa como en América el tipo de hombre se amputó y mistificó dando paso a la tecnocracia y a la especialidad. La postergación del ideal y la promiscuidad de los problemas de la vida dieron al mundo etapas anodinas contra cuya inercia la humanidad reacciona en una inquietud de hacer primar la profesión de hombre y la profesión de técnico. En este empeño pedagógico, en esta ansiedad de un ideal y de un maestro el Magisterio obtuvo carta de ciudadanía regular y aparecieron los maestros, pero con ellos los simuladores apurados en ofrecer un tipo de hombre a la humanidad y un contenido a la cultura. En este estado sintomático en el que los fariseos disputan a los maestros la palestra. El ojo avizor no los confunde. El maestro tiene un ideal que servir y el simulador una empresa que explotar. El maestro se guía por las corazonadas de su pecho y las aletadas de su frente, el simulador por el interés. El uno persigue la perfección, el otro el rendimiento. Tipos del primero son aquellos hombres del Perú que en las estribaciones de los Andes, desnudos y macilentos apalean el alfabeto diariamente y cantan el Himno Nacional. Tipos del simulador están en algunos bancos dorados en las escuelas oficiales y los sillones aterciopelados de algunos liceos particulares, los unos afanados por cobrar la paga suculenta o en colocar algunos millares de sus libros y los otros en arbitrarse algunos centenarios de prosélitos que explotar.

Los maestros sienten, los simuladores calculan, aquellos tienen inquietudes; estos codicia. Los primeros sobrellevan sus fatigas por devoción los otros por especulación. Los simuladores podrán con algún éxito almacenar conocimientos en el niño pero jamás educarlos, porque para lo primero basta la mano anónima, para lo ultimo es menester sentimiento y personalidad. Los simuladores pueden tener ilustración y no pocas luces en la mente, los maestros como Olivera Cortés tuvieron algo más: emoción y sentimiento. Las luces se nublan en la tormenta pero los sentimientos perviven con el ultimo suspiro. Los maestros son apasionados y soñadores, aman a todos y viven por un pueblo entero; los simuladores son mezquinos, quieren solo a sus cofrades y no viven sino para su rebaño.

El maestro nace en cierta hora de grandeza y en cierto clima de libertad. Jamás se improvisa. Puede inaudito revelarse en el frente de la lucha o en el banco de la brega cuotidiana. Cuando nace un maestro con él adviene una estela, su corazón es el norte de sus actos y su cerebro ilumina horizontes y abre senderos en el infinito. En cambio el simulador nace también en un clima propicio en la hora y el tiempo preciso, en que la virtud de la sociedad se relaja y las facultades del maestro se embotan o anquilosan.

El fracaso del maestro es el éxito del rutinario, la proporción de éste está en la magnitud de aquél; es la única y sincera felicidad que les anima y que les da fuerza para vivir. Sin la desgracia del genio languidecerían irremediablemente. A cada tanteo inútil del maestro el empírico cobra alientos de titán y su envanecimiento toca contornos apoteósicos que celebra con inusitado júbilo infantil. Ignorando el valor de un principio jamás le sirven o guardan devoción, lo explotan hasta el agotamiento y como aquellos cínicos taladores de bosques; que no conociendo el afán de plantar ponen fuego a los despojos para solazarse con el macabro incendio.. Nunca son constantes ni conocen los atributos de la lealtad. Cuando adviene alguna formula novedosa y boga en la moda de los términos del terruño están listos a enrolarse a lo que estiman el ultimo grito de la civilización abandonando los cánones que ayer nomás repuntaban la última palabra del progreso. Si alguien en sus filas osa rebelarse del mancornamiento lo denuncian como a disociador y si cae vencido en la jornada el oprobio de la afrenta le añade el estigma de cobarde.

Todo se contagia de embriaguez. Los viejos retratos de familia languidecen las flores de las ánforas se desmaya, la bóveda se esfuma, la estera del piso, se estereotipa y los sofás con sus almohadones tangentes y nervioso posan somnolientos su suavidad lasciva y cómplice.

Tus palabras vibran melodías a la manera de un recital en un torneo florar y arrullan como alondras abrigadas en un solo nido. En su aliento el perfume fragante de las flores de la primavera y el aroma nupcial de los jazmines y naranjos se extienden sobre el corazón y el alma con una suavidad de terciopelo, con una dulzura de miel y con un calor tibio de cuerpo fresco y sabroso.

¿Qué diré de tus ojos donde relampaguen el fulgor de muchos astros encadenados y que de tu fantasía que divaga en el pensamiento y las delicias de los goces más puros y delicados.

Si el fuego de tus ojos te encandila y los mirajes de tu imaginación tratan veloces en tus sienes, tus manos afiebradas por la pasión se encrispan convulsas, tu respiración se have anhelante, tus labios se inflaman en una rabiosa dulzura de granadas abiertas por la excesiva vitalidad, tu talle se siembra en curvas de atrevida voluptuosidad con un candor ingenuo y con una rosadio casto que da a tu ser escorzos de ninfa y pone sobre tu cuello estatuario ansiedad, febril, turbación ardorosa y desosegada.

Cuando la ternura nos diga en un abrazo una nerviosa y ardiente emoción nos asalta, venciéndonos a la caricia al beso consolador ya la dulzura enigmática de su arrobo en cuyo placer el amor cobra esperanzas y la pasión el milagro de mayores promesas de ventura y felicidad fatigados pero no hastiados, envueltos en la belleza de la hora y en la furiosa avidez de su ebriedad apuramos en el beso de aquellas horas y en el placer de los que no vendrán como si la intensidad del presente pretendiera perpetuar la emoción a arrancar un fruto las ardientes linfas del placer.