domingo, 2 de agosto de 2009

La Cita



Se acercaba un Domingo carnaval del año de 1961. La ciudad estaba de fiesta. Barruntaban las campanas de la Iglesia de San Francisco de Asís y sus tañidos nos acercaban a la misa del mediodía. La gente marchita por el sermón del venerable cura Fernández, se introducía en silencio dentro de nuestros pensamientos, preguntándonos quien era dueño del crimen de aquella mujer encontrada en el río Quillcay la madrugada de aquél sábado. El sermón despertó mi curiosidad de joven estudiante de jurisprudencia al saber que el pueblo estaba de luto por Haydeé. Su tez aterciopelada por el frío de altura, sus flancos desnudos yacían dormidos en el recuerdo de aquellos días.

Los chismes se hacían más lujuriosos, cada vez más irónicos, crujían como bisagras oxidadas por el viento y la zozobra se hacia presente en cada una de las personas que conocíamos a la occisa.

Quién se podría imaginar el escándalo que suscitó esta muerte? Al enterarse, primero por las investigaciones preliminares y después por los compromisos testimoniales llevados a juicio, de que toda la élite de aquella urbe estaría comprometida hasta la locura, por su participación en una u otra forma. ¡Se derrumbó la alta sociedad.!
Un clima de pánico se apoderó de “La Bella Ciudad de Huaraz”, llamada por un evangelizador de la colonia: “Huaraz Presunción”.

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