Julio Olivera Oré
Porqué los gruesos espejos biselados,
las consolas y las alfombras coloreadas,
los muebles sillones, los candelabros de plata,
las arañas rutilantes y los cortinajes de seda?
Para que los óleos clásicos y los retratos severos,
los jarrones chinos y los cristales de bohemia;
la platería del comedor y el oro de las alcobas,
los grandes mamparones y el escudo de las paredes?
La casona solariega con sus jardines y huertos,
los servidores engominados y los pongos en las puertas.
Los padres dechasdos de hidalguía y majestad,
el cura del oratorio y el maestro de gramática?
Para qué? Para prohibirnos este amor sincero,
para proscribir la libertad del amor,
para condenar esta pasión que nos corroe
o para cortar las alas del ensueño?
Para qué el protocolo y la parsimonia,
los convencionalismos decadentes,
los plazos de larga espera
y las escenas latentes de la angustia?
Para que el ceremonial cortesano,
el permiso para cortejarte,
la antesala de las esperas
y la dama de compañía?
Para que la sederia de tu atuendo,
los polvos de magnolia y las esencias de dior,
los reflejos de tus cabellos
y el encaje de tus guantes?
Para que las música de los pianos,
las sonatas de Wagner, las serenatas de Shubert,
para que aquellas partituras melódicas de los violines
o las melodías angustiadas de Verdi?
Luego la misa del domingo,
la visita de los compadres,
el ágape en el huero
y el rosario de la tarde?
Esperar quince días para verte una hora,
asistir entretanto a los novenarios,
platicar con el cura o visitar a tus padrinos,
buscar a tu padre para prestarle pleitesía?
Para qué? Para qué acrecentar la ilusión,
para probar la constancia?
Para qué aquella dosis? Para serenar la pasión
o para ex altar la fantasía?
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