martes, 7 de julio de 2009

Denise


Julio Olivera Oré

Los senos de Denise son la flor

de la excelsa belleza de su cuerpo,

de aquella gracia de movimiento y forma,

de luz color y melodía.


Un prodigio escultural:

en ónix, perla o marfil

con fosforescencias amatistas

y tersidad de lirios.


Una maravilla de cristal

suave el cuello y el torso diáfano,

dorada las redondeces de los hombros

y acompasados y rítmicos los miembros.


Esbelta y elegante, su refinamiento es arrogante.

En la cintura hay líneas polifónicas que embelesa,

y en las curvas cadencias de magnolias

que embriagan y transportan.


Es el paroxismo de una oda o un madrigal

o la visión cautivante de un ensueño.

Un elixir o una fulguración celestial

que a diario troquelo con mis besos.


Una quimera musical

o una canción corpórea;

un perfume de esencias abstractas

o el celaje de una filigrana.


Aquella tornasolada desnudez

es el campus de un allegro de ámbar

bajo la pompa orquestal de una partitura de Wagner,

es Denise en la lluvia de oro de Ticiano.


Aquella donosura de jazmines y violetas,

ora tiene la frescura de las flores o del rocío,

ora los tonos vehementes de las brazas

cuando la encandila el fuego del amor.


Un bouquet de azahares,

un junco o un haz de estambres

hecho para la admiración

y la delicia angelical.


Cuerpo sutil hechizante y hostil

para la adoración;

cuerpo de hada para el deslumbramiento

y el deliquio espiritual.


A diario mis ojos licuan su hermosura,

mis manos palpan su emoción

y tengo su imagen en la mente

y su dulzura en el corazón.


Es el cuerpo más bello entre los bellos

que más adoré y a diario adoro.

El tiempo no pasa por él como no pasa por las obras de arte:

un nimbo de divinidad persevera su lozanía.


Aquél cuerpo angelical de no ser real

parecería la región maravillosa de la fantasía,

de no asirla entre mis brazos

seria solo la estrella de una visión seráfica.


Una ánfora de diamante

o la sinfonía de una imagen,

algo así como un mirage de alborada

o la plegaria de una alondra.


Si cromatismo es un embrujo de ámbar,

su escultura un transporte melódico

o un poema plástico

para el arrobo o la ensoñación.


Denise es la contemplación de la belleza

donde comienza la apoteosis de lo sublime,

la plegaria lírica de las almas

en el místico ascetismo de un idilio.

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