jueves, 6 de junio de 2013

Julio Olivera
QUE ES POESIA



La poesía (del griego ποίησις 'creación' < ποιέω 'crear') es un género literario considerado como una manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra, en verso o en prosa. También es encuadrable como una «modalidad textual» (esto es, como un tipo de texto). Es frecuente, en la actualidad, utilizar el término «poesía» como sinónimo de «poesía lírica» o de «lírica», aunque, desde un punto de vista histórico y cultural, esta es un subgénero o subtipo de la poesía.


Evolución histórica del término y el concepto [editar]

Grecia [editar]

Originalmente en las primeras reflexiones occidentales sobre la literatura, las de Platón, la palabra griega correspondiente a «poesía» abarcaba el concepto actual de literatura. El término «poiesis» significaba «hacer», en un sentido técnico, y se refería a todo trabajo artesanal, incluido el que realizaba un artista. Consecuentemente, era un término que aludía a la actividad creativa en tanto actividad que otorga existencia a algo que hasta entonces no la tenía. Aplicado a la literatura, se refería al arte creativo que utilizaba el lenguaje.

La poesía griega se caracterizaba por que se trataba de una comunicación no destinada a la lectura, sino a la representación ante un auditorio realizada por un individuo o un coro con acompañamiento de un instrumento musical.

En su obra La República, Platón establece tres tipos de «poesía» o subgéneros: la poesía imitativa, la poesía no imitativa y la épica. Dado que la reflexión literaria de Platón se halla en el interior de otra mucho más amplia de dimensiones metafísicas, el criterio que usa el filósofo griego para establecer esta triple distinción no es literario, sino filosófico. Platón, en primer lugar, describe la creación dramática, el teatro, como «poesía imitativa» en tanto que el autor no habla en nombre propio, sino que hace hablar a los demás; describe, por su parte, como «poesía no imitativa» a aquella obra donde el autor sí habla en nombre propio, aludiendo en concreto al ditirambo, una composición religiosa en honor de Dionisos; por último, establece un tercer tipo de poesía en el que la voz del autor se mezclaría con la de los demás, los personajes, y ahí es donde sitúa a la épica.

De esta primera clasificación platónica, se desprende el origen de la vinculación del género poético con la característica enunciativa de la presencia de la voz del autor. Por lo demás, el uso del verso no es en estos momentos relevante, por cuanto la literatura antigua se componía siempre en verso (incluido el teatro).

Como se ha señalado, Platón trata la literatura en el contexto de su tratamiento de determinados problemas filosóficos. Será Aristóteles quien, por primera vez, afrontaría la elaboración de una teoría literaria independiente. La obra clave es su Poética (c. 334 a. C.), esto es, su obra sobre la poesía.

Aristóteles introduce, en primer lugar, un elemento novedoso en la descripción de la poesía, al tener en cuenta que, al lado del lenguaje (el «medio de imitación» característico de la poesía), en determinadas formas de esta se pueden utilizar, además, otros medios como la armonía y el ritmo. Así, en los géneros dramáticos, la poesía mélica y los ditirambos.

Y, en segundo lugar, cuando reflexiona sobre la forma de imitación, distingue entre narración pura o en nombre propio (ditirambo) y narración alternada (épica), llegando a una división similar a la que había establecido Platón.

Roma [editar]

Es una de las manifestaciones artísticas más antiguas. La poesía se vale de diversos artificios o procedimientos: a nivel fónico-fonológico, como el sonido; semántico y sintáctico, como el ritmo; o del encabalgamiento de las palabras, así como de la amplitud de significado del lenguaje.

Para algunos autores modernos, la poesía se verifica en el encuentro con cada lector, que otorga nuevos sentidos al texto escrito. De antiguo, la poesía es también considerada por muchos autores una realidad espiritual que está más allá del arte; según esta concepción, la calidad de lo poético trascendería el ámbito de la lengua y del lenguaje. Para el común, la poesía es una forma de expresar emociones, sentimientos, ideas y construcciones de la imaginación.

Aunque antiguamente, tanto el drama como la épica y la lírica se escribían en versos medidos, el término poesía se relaciona habitualmente con la lírica, que, de acuerdo con la Poética de Aristóteles, es el género en el que el autor expresa sus sentimientos y visiones personales. En un sentido más extenso, se dice que tienen «poesía» situaciones y objetos que inspiran sensaciones arrobadoras o misteriosas, ensoñación o ideas de belleza y perfección. Tradicionalmente referida a la pasión amorosa, la lírica en general, y especialmente la contemporánea, ha abordado tanto cuestiones sentimentales como filosóficas, metafísicas y sociales.

Sin especificidad temática, la poesía moderna se define por su capacidad de síntesis y de asociación. Su principal herramienta es la metáfora; es decir, la expresión que contiene implícita una comparación entre términos que naturalmente se sugieren unos a los otros, o entre los que el poeta encuentra sutiles afinidades. Algunos autores modernos han diferenciado metáfora de imagen, palabras que la retórica tradicional emparenta. Para esos autores, la imagen es la construcción de una nueva realidad semántica mediante significados que en conjunto sugieren un sentido unívoco y a la vez distinto y extraño.

Historia [editar]

La tablilla sobre el diluvio de la epopeya de Gilgamesh, escrita en acadio.
Hay testimonios de lenguaje escrito (oli) en forma de poesía en jeroglíficos egipcios de 25 siglos antes de Cristo. Se trata de cantos de labor y religiosos. El Poema de Gilgamesh, obra épica de los sumerios, fue escrito con caracteres cuneiformes y sobre tablas de arcilla unos 2000 años antes de Cristo. Los cantos de La Ilíada y La Odisea, cuya composición se atribuye a Homero, datan de ocho siglos antes de la era cristiana. Los Veda, libros sagrados del hinduismo, también contienen himnos y su última versión se calcula fue redactada en el siglo III a. C. Por estos y otros textos antiguos se supone justificadamente que los pueblos componían cantos que eran trasmitidos oralmente. Algunos acompañaban los trabajos, otros eran para invocar a las divinidades o celebrarlas y otros para narrar los hechos heroicos de la comunidad. Los cantos homéricos hablan de episodios muy anteriores a Homero y su estructura permite deducir que circulaban de boca en boca y que eran cantados con acompañamiento de instrumentos musicales. Homero menciona en su obra la figura del aedo (cantor), que narraba sucesos en verso al compás de la lira. El ritmo de los cantos no sólo tenía la finalidad de agradar al oído, sino que permitía recordar los textos con mayor facilidad.

La poesía lírica tuvo expresiones destacadas en la antigua Grecia. El primer poeta que escogió sus motivos en la vida cotidiana, en el período posterior a la vida de Homero, fue Hesíodo, con su obra Los trabajos y los días. A unos 600 años antes de Cristo se remonta la poesía de Safo, poeta nacida en la isla de Lesbos, autora de odas celebratorias y canciones nupciales (epitalamios), de las que se conservan fragmentos. Anacreonte, nacido un siglo después, escribió breves piezas, en general dedicadas a celebrar el vino y la juventud, de las que sobrevivieron unas pocas. Calino de Éfeso y Arquíloco de Paros crearon el género elegíaco, para cantar a los difuntos. Arquíloco fue el primero en utilizar el verso yámbico (construido con «pies» de una sílaba corta y otra larga). También escribió sátiras. En el siglo V a. C. alcanzó su cima la lírica coral, con Píndaro. Se trataba de canciones destinadas a los vencedores de los juegos olímpicos.

Roma creó su poesía basándose en los griegos. La Eneida, de Virgilio, se considera la primera obra maestra de la literatura latina, y fue escrita pocos años antes de la era cristiana, al modo de los cantos épicos griegos, para narrar las peripecias de Eneas, sobreviviente de la guerra de Troya, hasta que llega a Italia. La edad de oro de la poesía latina es la de Lucrecio y Catulo, nacidos en el siglo I a. C., y de Horacio (maestro de la oda), Propercio y Ovidio. Catulo dedicó toda su poesía a una amada a la que llamaba Lesbia. Sus poemas de amor, directos, simples e intensos, admiraron a los poetas de todos los tiempos.

Poesía china [editar]

En la poesía china se cultivaron especialmente los versos pentasílabos y heptasílabos, que en el caso de la lengua china corresponden a versos de cinco y siete sinogramas respectivamente, puesto que cada sinograma representa una sílaba. Las formas poéticas más cultivadas fueron especialmente los Lüshi (律詩, poemas de ocho versos) y los Jueju (絕句, poemas de cuatro versos). Se compiló una recopilación de poemas titulada Todos los poemas de la Dinastía Tang (全唐詩) con más de 48.900 poemas de más de 2200 autores. Entre los poetas más destacados se encuentran Li Bai (李白), Du Fu (杜甫) y Bai Juyi (白居易).

Una importantísima corriente literaria de la época Tang es el Movimiento por la lengua antigua (古文運動). Los partidarios de dicho movimiento propugnaban un retorno el estilo literario de la época Han y anterior, que era más claro y preciso, menos artificioso que el que imperaba en aquel momento. Muchos literatos adeptos fueron destacados ensayistas. Entre ellos destacan Han Yu y Liu Zongyuan. Han Yu era considerado el mejor escritor chino de todos los tiempos por el renombrado orientalista Arthur Waley.

Junto con Ouyang Xiu 欧阳修 Su Xun 苏洵 Su Shi 苏轼 Su Zhe 苏辙 Wang Anshi 王安石 Zeng Gong 曾鞏 son conocidos como los ocho maestros de la prosa china.

Poesía japonesa [editar]

La poesía lírica japonesa, de gran influencia en Europa en el siglo XX, se remonta al siglo VIII d. C. y una de sus formas más populares es el haiku, una composición de tres versos de cinco, siete y cinco sílabas, en la que una imagen visual se contrasta con otra, sin comentarios, o a una imagen sigue una reflexión concisa y a la vez fugaz. El haiku, utilizado por el budismo zen para trasmitir sus enseñanzas, influyó en poetas vanguardistas del siglo XX, como el estadounidense Ezra Pound. Se le llama haikú a la primera estrofa de una variante métrica llamada tanka.

Poesía trovadoresca [editar]

La poesía trovadoresca y galante se originó en la Provenza, al sur de Francia, y fue el antecedente de la riquísima producción de los poetas italianos del siglo XIII, como Dante Alighieri y Guido Cavalcanti. Poco más tarde, Petrarca llevó a su máxima expresión el llamado dolce stil nuovo (dulce estilo nuevo), con su poesía amorosa dedicada a su amada Laura.

Versificación castellana [editar]

César Vallejo.
Artículo principal: Métrica.

El arte de combinar rítmicamente las palabras no es lo único que distingue a la poesía de la prosa, pero hasta mediados del siglo XIX constituía la mejor forma de diferenciar ambos usos del lenguaje. La versificación tiene en cuenta la extensión de los versos, la acentuación interna y la organización en estrofas.

La rima (coincidencia de las sílabas finales en versos subsiguientes o alternados) es otro elemento del ritmo, igual que la aliteración, que es la repetición de sonidos dentro del verso, como en éste de Góngora: «infame turba de nocturnas aves», donde se repite el sonido ur y también se juega una rima asonante en el interior del verso entre infame y ave. La rima es consonante cuando coinciden en dos o más versos próximos todos los fonemas a partir de la vocal de la sílaba tónica. Se llama asonante cuando sólo coinciden las vocales.

La poesía en lengua castellana se mide según el número de sílabas de cada verso, a diferencia de la poesía griega y de la latina, que tienen por unidad de medida el pie, combinación de sílabas cortas y largas (el yambo, la combinación más simple, es un pie formado por una sílaba corta y otra larga). En la poesía latina los versos eran frecuentemente de seis pies.

Por el número de sílabas, hay en la poesía en lengua castellana versos de hasta 14 sílabas, los alejandrinos. Es muy frecuente el octosílabo en la poesía popular, sobre todo en la copla. Las coplas de Manrique se basan en el esquema de versos octosílabos, aunque a veces son de siete, rematados por un pentasílabo. A esta forma se le llama «copla de pie quebrado». La irregularidad silábica es frecuente, incluso en la poesía tradicional. Por ejemplo, en poesías de versos de once sílabas se pueden encontrar algunos de diez o de nueve.

Las estrofas (grupos de versos) regulares, de dos, cuatro, cinco y hasta ocho versos o más corresponden a las formas más tradicionales. El soneto, una de las más difíciles formas clásicas, se compone de catorce versos, generalmente endecasílabos (once sílabas), divididos en dos cuartetos y dos tercetos (estrofas de cuatro y de tres versos), con distintas formas de alternar las rimas.

La alternancia de sílabas tónicas (acentuadas) y átonas (sin acento) contribuye mucho al ritmo de la poesía. Si los acentos se dan a espacios regulares (por ejemplo, cada dos, tres o cuatro sílabas), esto refuerza la musicalidad del poema. Mantenida esta regularidad a lo largo de todo un poema, se logra un efecto muy semejante al del compás musical.

La poesía del siglo XX ha prescindido en ocasiones de la métrica regular y, sobre todo, de la rima. Sin embargo, la aliteración, la acentuación y, a veces, la rima asonante, mantienen la raíz musical del género poético.

Actualidad [editar]

El papel que juega la poesía en el siglo XXI, se encuentra ligado al avance tecnológico y científico. Surgen nuevas corrientes de Poesía, nuevas formas de manifestación, como: la Biopoesia, Metapoesía, la poesía ecologista, la poesía virtual, transmodernista entre otros, además de que asistimos a una renovación o por lo menos un reemprendimiento de ciertos vanguardismos y estéticas críticas, como la poesía de la conciencia.

El Día mundial de la poesía fue proclamado por la Conferencia General de la Unesco y se celebró por primera vez el 21 de marzo de 2000. Su finalidad es fomentar el apoyo a los poetas jóvenes, volver al encantamiento de la oralidad y restablecer el diálogo entre la poesía y las demás artes (teatro, danza, música, etc.)

LA POESIA EN LA LITERATURA

jueves, 30 de mayo de 2013

NUEVO FLORILEGIO DE JULIO R. OLIVERA ORE PARA PERU: LA DAMA DEL REJO


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                          PROLOGO

 

LA DAMA DEL REJO

Don Julio Olivera Oré nos regala esta vez La dama del Rejo, su Milgicha – la mujer de labios de alas de colibrí, de mejillas de flor de manzano,  de pechos enhiestos y dóciles – capaz de producir la  más intensa de las melancolías.

Milgicha, la gacela de cabellera azabache y larga, es en la poética de Julio Olivera lo que Silvia es en la poesía de Melgar: símbolo e ideal múltiple más que de fémina de ser humano pleno, carnal y espiritual. Ser humano que fluye cual espejo perfecto ante el poeta quien en sus pupilas ve su propia imperfección y se alza en la lucha por deslumbrarla, por conquistarla, por amarla, por poseerla con intensa angustia por la temporalidad que discurre y marca nuestro cuerpo como el viento andino marca el paisaje, como el sol del ocaso marino va pinceleando los arreboles. Es ese asombro por la perfección de Milgicha, por sus flancos tiernos y ardientes, que conducen al yo poético más allá de la mirada y lo sitúan en lo trascendente del miraje para compararla con la melodía de Wagner o de Mendel con la misma naturalidad plena que cuando la nombra jilguero o torcaza.  

Olivera por Milgicha ama a la vida, al ónix, al bronce y a las retamas, por ella ama al mundo natural. Por ella también ama y recrea la cultura, en  un verso un quipu y en otro Ruben; en un verso Eros o Ápolo, en otros Huayna Cápac cuando no el Señor de Sipán. Por eso, en Ansiedad la ‘poesía oliveresca’ se acerca a la de Salomón en Cantares, dialogan los amantes con la serena privacidad de la alcoba y del saber  geográfico del cuerpo escudriñado en mística alteridad. Es Milgicha  singular versión trasandina de la Reina de Saba; solo ella con su nobleza puede trocar a un río en trovador, solo ella es el cantarino arroyo que aplaca la sed, solo ella es la fruta que sustenta, solo su alma es el camino del apasionado idilio. De ese idilio que aligera nuestra carga, que nos hace seres religiosos para trascender en el ruego, en la contemplación, en la paciente y ecuánime espera del último viaje. A propósito, Olivera escribe: ¿Por qué demoras y no vienes?// ¿Aún no es la hora de la cita // o mis frutos no están maduros //
y no es tiempo de la siega?”.

Como el poeta, retocemos con Milgicha y veamos en su perfección nuestra imperfección perfecta; en nuestros diez cristos curvados, sujetemos la esperanza que anuncian sus ojos de amanecer. Leamos…


                                                       Bertha Consuelo Navarro Navarro

Universidad Complutense de Madrid Docente Universidad Nacional Federico Villarreal, Lima –Perú

 

 

 

 
LA DAMA DEL REJO

 

Milgicha en el Rejo es una estrella primaveral. No se vio antes mayor gloria de la belleza ni el portento de hermosura como en aquella exhúbera gacela de cabellera azabache y larga.

 

En ella se luce la lozanía de las manzanas de San Ignacio y el tinte de las flores de Concuyay. En el rostro virginal las mejillas de amapola son arrebatadoras y en los labios angelicales maduran las fresas y las moras. Aquellos labios son un esbozo de alas de colibrí o de capullo de flor de manzano. El cuerpo egregio es escultural. Ella sabe que es admirada y codiciada y que cada uno de sus encantos rinde y fascina.

 

Impóluta la frente de Minerva. Y por entre las afelpadas pestañas se abría el sol en sus ojos y el fulgor de sus miradas pone en el alma y las cosas un dulce encanto de gracia. Su cara tiene la sana alegría y el hechizo primaveral de una flor de calabaza. Espléndida, maravillosa es una fuente de arrebol y de calor. Un halo de perla y carmesí iluminaba su ser y en los labios de coral brotan la sonrisa como un plácido crepúsculo.

viernes, 11 de enero de 2013

PRÓXIMA PRESENTACIÓN EN LIMA - PERÚ




LÁGRIMAS Y SONRISAS DE MILGICHA

  MIRANDO EL MUNDO ANDINO DEL CALLEJÓN DE HUAYLAS

Milgicha es la muchachita de estos relatos, venida de las abruptas y matizadas sierras del norte andino, pura en sus decires, de nítida pasión. Es la reencarnación de las viejas tradiciones del folklore, del paisaje, en ella se mira solamente la fertilidad y la simbiosis del hombre con la naturaleza divina. Es la mueca viva del paisaje.El paisaje es para Milgicha el poblado airoso o el villorrio humilde, la campiña próvida o el páramo agreste, los ríos ululantes, las lagunas sensitivas, los cerros trenzados y las cumbres nevadas. Su ubicación y, su riqueza lograrán un cielo acogedor, una atmósfera y un horizonte sugestivo, una luz solar y lunar más esplendentes.

El paisaje revive en el hombre, nos dice, la emoción mágica que la naturaleza impone. Suscita una renovación de emociones en el contacto con la belleza del universo. No es que el paisaje tiene la fuerza vital de comunicar al ser una simpatía y fusión que le da la sensación y emoción de vivir el contacto de la primavera, la armonía del color, la melodía de un ritmo o el halo sutil de los crepúsculos.

La belleza de una estampa o la hermosura de una flor nos transfiguran al punto que nos sentimos identificados con el paisaje o anegados de su fragancia. La naturaleza por la ingeniosa obra de sus armonías y vibraciones nos traspasa y penetra tanto que crea un sentido especial de relación que explica la razón de quienes anuncian una tempestad cuando ella no amenazaba o hacía prever por sus apariencias. Tal una modalidad de la presencia o sentimiento mágico del paisaje, de cuya evolución son fruto el mito y al mística, que la poesía y la música logran y, alcanzan significarlo en su plena función de relación e identificación.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

DE LAS MEMORIAS DE JULIO OLIVERA ORÉ





"Año de la Integración Nacional y el Reconocimiento de Nuestra Diversidad"
De nuestra especial Consideración
Nos es grato de dirigirnos a todos nuestros amigos, familiares,  colegas, seguidores  y personalidades conspicuos del arte, la música, literatos, historiadores, investigadores, arqueólogos, políticos, religiosos, deportistas y escritores intelectuales, a esta su ceremonia, donde organiza ATENEO ANDINO, ANEA y CEHSO “Centro de Estudios Históricos Sociales”, para saludar y felicitar por el labor que realiza a favor de la Cultura y Educación; y a la vez expresar el motivo.
La presentación de la OBRA COMPLETA  constituida por sesenta seis libros de Poesía, Prosa, Historia, Arqueología, Psicología y Turismo, entre los que destacan: dos volúmenes de las MEMORIAS DE JULIO OLIVERA ORÉ, vecino notable de Breña.
 El Dr. Julio Olivera Oré (Conchucos – 1939) residente en Boston  EEUU. Es un conspicuo y brillante Historiador de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, elegante Poeta Laureado en España Escritor  en sus experiencias en el Perú y el Mundo, hacemos reconocimiento a este gran hombre por la fortaleza y la dedicación al amor por la Cultura, al Pensamiento, a la Investigación y a los Sentimientos.
 Es por ello, que se estará premiando en esta ceremonia al Dr. Julio Olivera Oré, en el Palacio de la Municipalidad de Breña el día 7 de diciembre del presente a horas de 6 pm.
 Esperamos que dicho acto Cultural, quede de su agrado todos los participantes a este evento, donde tendremos la dicha de tener a hombres inteligentes, racionales, pensantes, honorables, consientes y críticos.
La presentación de los libros estará a cargo del Dr. Luis Guillermo Lumbrera, Dr. Jaime Loli Romero y Mg. Plighio Hidalgo Gonzales.
Amenizarán este Evento El Coro Polifónico del Maestro Armando Albarracín, declamadora Srta. Ana María Monsante, y Elky “la Chaskañahui”.

 

 


sábado, 6 de octubre de 2012

POEMARIO PERFUME DE MADRESELVA

 
P   R  Ó  L  O  G  O
         Mi dilecto, apreciado y antiguo  amigo, Dr. Julio Olivera Oré, regresa nuevamente a esas regiones ignotas donde la belleza conjuga con la harmonía de la palabra, para entregarnos esta vez un manojo de versos que bajo las fragancias de la madreselva se embelesan en la contemplación de las ondulaciones insinuantes de la mujer de sus sueños hecha realidad, de ese ser presente aun en los claroscuros que él busca sin fatigarse y que ahora, finalmente, ha llegado a encontrar para felicidad suya.
       Una poesía erótica que convoca al amor físico  el cual nunca llega a colmarse a plenitud. Habrá por el tiempo interminable una reserva intocada, un algo inconquistable que celosamente se esconda en la intimidad de la amada y que acaso no ha de revelarse jamás.  No obstante estas limitaciones, el cuerpo, las caricias  y las formas de la amada  son un deleite  recurrente para el autor, quien acude, presto, a la palabra para utilizar los versos que mejor crea pertinentes a la barroca filigrana, al exorno y al florilegio verbal, que le posibiliten expresar su inagotable sensualidad.
 Pues, por mucho que  la vea y  la toque a través de las invenciones de la voluptuosidad, los secretos de ella no han de agotarse nunca: son parte de su peculiar naturaleza. Ante un  galán pertinaz y emotivo la amada sabrá guardar su  vital tentación, su femenina provocación,  y de ese modo, acabados los preludios, ambos acudirán sin nada ya que los inhiba, al protagonismo  de ardientes  lances, de idilios volcánicos, de gozo y de placer.
      Es la andina Milgicha, de la bella Sierra del Perú, con sus veintiocho años juveniles,  quien colma de sentimiento amoroso al autor, el cual, viviendo solo para ella, escribe febrilmente a prueba de una imaginación que no da muestras de agotarse pese a los varios y bellos poemarios amorosos que  él se ha inspirado, y al raudo paso del tiempo que es capaz de dejar en la nada los romances más  apasionados.
      Si el amor físico es una irradiación de lo que se agita en el arcano,  el autor ha de contemplar a aquella discípula de  Beatriz y de Isolda en sus más gratas poses y gestos. De este modo la ve juvenil  y maravillosa, capullo de flor, modelo de esculturas griegas y florentinas, angelical y exótica, de trémulos flancos, hada de coral y de biscuit, reina coronada de ensueños, sirena titilante de luminiscencias, viajera de fruta y de miel, en fin…
Julio Olivera, prolífico escritor, ameno narrador y magnífico poeta, convertido  en un enciclopedista amatorio, aborda, ahora en definitiva, un idilio perdurable, un sentimiento firme y sustancioso que va enlazado  a su Musa inspiradora. Para ello se vale de un  vocabulario rico y pleno, fruto elocuente de una Lengua Latina como la nuestra que permite que nuestro prologado sea capaz de revelarnos en este su hermoso poemario,  un poco a soto voce, sus más  íntimas vivencias, sus recónditas melodías,  con tal de hacernos conocer a la que por el resto de la eternidad ha de amar su corazón.
      Huaraz, Setiembre de 2012.
Dr. Ruben Jaime Loly Romero 
 
 
                                           APRECIACION DE ESTE POEMARIO
Perfume de madreselva de don Julio Olivera es un poemario que se nos presenta cual discurso a dos voces: la voz de quienes aman, él a ella – su Milgycha- y ella a él.
 
Los veintiocho años de la amada son primaverales para el amado, por ello en la voz del yo-poético describe su ser pleno de “la belleza de un capullo de flor de almendro”. La descripción del cuerpo de la amada recorre cada uno de sus milímetros y de sus flancos, con ternura, pasión y elegancia – difícil ensamble en la construcción lírica.
 
Aquellos labios revoloteaban como mariposas sobre los míos” expresa el poeta, en la voz varonil, destacando la magnífica manifestación física e interactiva del amor. Ella lo sabe, ella lo siente, ella lo ama y ese amor la satisface: “Y no sé qué preferir: o admitirle sus endechas o dejarme desnudar por sus miradas”.
 
Ella, para él, es la sublimación del amor, la Maja de Goya, la Madre Patria, un ángel y, por supuesto, también es la mujer cotidiana plena de laboriosa belleza cuyas manos saben transformar, como las hadas, las hebras para tejer un sueter que cobije al amado y a su amor, al amor y al amado, porque solo habiendo amado existe ella: la mujer amada con fragancia a madreselva. 
Bertha C. Navarro
  
   COMENTARIO AL FLORILEGIO ANTERIOR
Julio Olivera nos entrega los Versos en Prosa para Milgycha. El trascurrir de su poemario nos revela palmo a palmo el cuerpo y el espíritu de Milgycha, la Venus de Callampampa, cuya síntesis se entiende en la belleza primaveral sobre la arena de Pisco con la desnudez diáfana de quien se nutre de Juana de Ibarbourou y Alfonsina Storni.
En Milgycha se condensan el influjo íbero y andino que la convierten en un ser sin igual y el poeta, en la voz del amado amante, la contempla absorto desde esa mirada bifocal. Es así que Milgycha resulta la Venus de Botticelli que entrega su virginidad solo en el lecho nupcial y siendo esa Venus occidental sus senos cual magnolias emanan tonalidades canela y el destello de la quinua.
La conoce el amado con cada sentido, lo demuestra cuando nos describe la espiritualidad sensual y seductora a través de un poeta que escucha los suspiros, la maravilla sonora de la risa, los musicales silencios y el laúd de su voz: “tu voz vehemente/ sobrecargada de sensualidad/ parecía estremecer y avasallar/a tu anonadado interlocutor”. El yo-poético mira en las manos de la amada a dos palomas dormidas y en las formas de su cuerpo una arquitectura perfecta.
Pero, el amado no sólo oye y mira, toca y se deja tocar cuando “como una guirnalda de trinitarias/ tu cuerpo se arrullaba al mío” y siente entonces los “pies traviesos y juguetones/ y más ágiles que una libélula/ y más tersos que una flor”. Y el aroma de Milgycha está presente en el olfato del amado; para él, ella es “un ramo de violetas, / la esencia de un perfume” cotidiano.
Sus papilas la han gustado por ello afirma “había también en tu piel, / fresca, suave y sedosa/un sabor de agua de cordillera”. Y fue la cordillera quien enseño a Milgycha a amar, a darse en el altar del mutualismo; por ello, absorto el amado recuerda: “y para deslumbrarme con el tesoro/ de tus caricias primaverales”.
Las caricias primaverales se perfeccionaron perpetuamente al compartir el tiempo bajo el mismo techo, como en la casa de Cabana que la amada transformó en un museo por el buen gusto de sus detalles. Donde vivieron, ella lo adornaba todo con el encanto de su aroma oculto en las flores del campo y la sinfonía lírica de su risa…
Ahora, Milgycha ruega por nosotros mientras el poeta nos acerca al deslumbrarte ser de la mujer amada que ama a quien el ama.
Bertha Consuelo Navarro Navarro
 
 
 
 
 
                FRAGANCIA  DE  MADRESELVA
 
Cumplias veintiocho años primaverales
Cuando tu florida juventud
Hechó sus raíces de diamela
en el fondo de mi alma
y tu corazón se abria
como un botón de liri
o
para albergar mi afecto.
Y aquél tu cuerpo de hada
Escultural y maravilloso
Era mas de tersidades de amapolas
Y lustre de marfil.
 
¿Qué dulzura en tus líneas,
En tus ojos un arrebol de ensueños,
En tus labios la infinita sonrisa,
En tu pecho dos cúpulas de ámbar,
Tu talle era un fleje de acero pulido                                
Que se plegaba a mi cuerpo
En celaje que invadía mi ser
Como una fragancia de madreselvas
O como un aroma de frutas
Que ambrosia en tus labios,
Que delicias en tus besos
Y que embrujos en tus pupilas.
Mis ojos sorvian tu belleza
Mientras mis manos recorrían
La tercidad bruñida
De tu cutis de trinitarias
En aquel su afán insasiable
De captar el encanto
De gustar tu celestia.

lunes, 1 de octubre de 2012

OTOÑO EN EL CHARLES RIVEE


Otoño en el “Charles River”
Isidora mira el paisaje y concita la evocación’ despierta un mundo de sentimientos dormidos, cuadros de belleza cubiertos de polvo, melodías aprisionadas y ráfagas de luz en las tinieblas. Es precisamente este carácter que da al paisaje un sello espiritual de dulce emotividad y que nos familiariza a él dándonos la sensación de cosa propia y ya conocida.
 
Se llevó las manos a la cabeza, sacudió su pelo negro que le cubría los ojos. Sus mechones se agitaban cuando ella movía el rostro de un lado a otro y gritó “octubre, ya es octubre”, mes morado en el Perú, mes del milagro perdido, del Cristo de Pachacamilla. Isidora es una mujer enamorada de las aguas del “Charles”, vive cerca a sus orillas y cada día que pasa extraña más estos ritos de efusión que le vienen con ansiedad queriendo entender la vida un poco más. Es una muchachita graciosa de ojos verdes vivaces expresivos, frágil, esbelta, de una gran clase, muy femenina, egresada del MIT. No concibe la vida sin la música, es concertista en sus horas libres, crea sus propios conciertos para su solaz y vive del recuerdo de su patria y no se percata de cada vez se vuelve más americana en sus costumbres; tal vez un día escribiera un libro, quizá la entretuviera de su nostalgia, pero la vida no era para vivir la soledad, había algo más en el mundo, más que su nostalgia y el amor a su país, el amor al paisaje, que bulle en este tiempo de esplendor, olvidándose de las guerras de terror, de las crisis y de las elecciones presidenciales, pero con todo había que vivir y aprendió a vivir con el tiempo y las añoranzas de un río por donde navegan recuerdos de cada día que transita por su vera.
 
Nostalgia y lontananza son conceptos afines en la evocación y, ambas cumplen un destino: suscitan la melancolía, flor del paisaje y perfume de añoranza. Si la evocación es la aurora del recuerdo, la melancolía es su melodía y fragancia.
 
La lejanía es una perspectiva del paisaje y de la evocación; es una distancia y posición poblada de dulces silencios y de indefinibles encantos en la que nuestra angustia anhelando liberarse de la tristeza se vierte en sus melifluos mirajes. Y he aquí otro término y otro concepto que concurre a estructurar la nostalgia y la melancolía de Isidora. La lejanía no es tanto una perspectiva como una idea metafísica. Su contenido esta cargado de historia y de sino, está en el dominio de la fisonómica. Es una lánguida visión que viniendo de más allá del recuerdo y de la evocación se difumina como una estela por más allá de los confines del horizonte. Solo el espíritu ahíto y la mirada absorta lograrán asir sus encajes luminosos y navegar en el oriflama de su cielo ensoñador.
 
Lo expuesto es bastante para explicar y definir lo que hasta ahora se viene designando con la palabra nostalgia. La juventud y la primavera, el otoño, la dicha y la bonanza expanden el alma y engalanan la naturaleza; su presencia y goce nos anega de felicidad. Advierte un terror cósmico y el esplendor de la naturaleza se empaña; se hace esquiva la fortuna y un velo de tristeza cubre las almas. El vacío y la soledad intrigan; el recuerdo tienta con su sonrisa indefinible de remembranza y con su fulgor de pasada grandeza. Hay reclamo y añoranza; una anhelante angustia atormenta y consuela. El espíritu vive como transplantado en otro cuerpo y con un fervor y frenesí mezcla de esperanza y pena, ambula y espera. Es a través de éste calidoscopio emotivo que columbra la vida y es a éste fenómeno psicológico que se le debe su tono y colorido clorótico. Tal la nostalgia.
 
 
La nostalgia es la añoranza de un horizonte y de una escena; esto es paisaje y evocación espiritual. Es una síntesis y abstracción de nuestra experiencia. Una estampa de la naturaleza ha despertado nuestra admiración y suscitado nuestro cariño y a la par que aprehendemos su belleza una emoción de identificación nos estrecha: sentimos que le damos algo de nuestro ser o que un jirón de nuestra alma se queda con ella.
 
En este mes de octubre con el orgullo de su historia a cuestas el “Charles River” recibe las hojas que caen de cada árbol, convirtiéndolo en un espectáculo multicolor de rojos y amarillos de todos los tonos. El aroma característico de esta época da un ambiente de fiesta para los niños. Montañas de hojas secas, sacudidas por el viento ponen a Boston un tinte cromático. Es la ciudad más europea de los Estados Unidos. Pero lo que más atrae es la actividad intelectual que proyectan sus universidades, museos, galerías de arte, su música y sus pubs en un recorrido urbano, donde la gala y la limpieza enseñorean. Boston como la ciudad de los irlandeses la hace más conservadora. Sus trenes subterráneos (1897), un sistema de autopistas voladoras y túneles bajo tierra y bajo mar, nos hacen soñar en el futuro. Tuvo una gran participación en la lucha por la Independencia de primera linea en el nuevo mundo, “La Cuna de la Libertad”, donde se produjo el nacimiento de una nación.
 
Beacon Hill su barrio aristocrático, el oasis de la elegancia y el refinamiento que Henry James retrata en “Las Bostonianas”. En estas calles el tiempo se detiene. Es el Faro de Nueva Inglaterra y la Capital Histórica y Cultural de los Estados Unidos, crisol del viejo y nuevo mundo. En 1773 el mítico “Boston Tea Party”, da inicio a la Revolución, se abole la esclavitud y eclosiona el movimiento de emancipación de la mujer.
 
El back Bay plagado de casas victorianas y Cambridge que albergan las muy famosas Harvard y el MIT y El Charles River recibe todas las fabulas balleneras que inspiraron novelas y películas y reúne en sus aguas los iconos más importantes de la Revolución Americana. La ciudad le ha ido quitando espacio a las aguas del río, pero también se ha adentrado a la otra orilla. Hay allí otro icono de la sociedad.
 
A pocas cuadras del “Charles” esta Harvard Square, es el punto de actividades y centro estudiantil más dinámico de Norte América. Sus tradicionales barrios muestran sus farolas de gas y sus trabajos forjados en hierro de lujosas mansiones señoriales; y el “Bunker Hill Bridge”, el más ancho del mundo cruza el “Charles” en Boston como distintivo de la ciudad.
 
Muy pocas ciudades del planeta, pueden ofrecer como la ciudad de Boston una mezcla de encanto colonial hasta la calma de un crucero por el “Charles” y gondoleros pasivos, ganando la fama de la “Atenas de América”, también considerada como la Esparta de Boston, como una de las ciudades deportivas más importantes de la nación.
 
La paciencia y el amor son dos cosas que han de ir juntas y de la mano, por eso Isidora sentía mejor la vida, contemplando como se viene la muerte en el otoño de la vida. Y en la contemplación de muchos sitios de intimidad nacieron sentimientos e ideas que perviven es su experiencia. Pues en toda nostalgia hay un afán o un intento de vivir de nuevo. Por algo flota la frase que todo tiempo pasado fue mejor. En el mismo caso del error o del fracaso la nostalgia tiene el afán de borrarlo, de resanar, de no dejar fisura por donde se filtre el pesar.
 
Está en nuestra naturaleza la exigencia de un anhelo y el ansia de un vivir absoluto, pleno, profundo e infinito; el universo entero nos absorbe con su tentación y hechizo, el pasado con su aroma de evocación y magia, el presente con su esplendor activo y el futuro con su fascinación y presentimiento. Sin embargo el pasado huye, el presente se escapa y el futuro se vislumbra entre brumas en este avatar que acuna la nostalgia.
 
Hay en la nostalgia una ansiedad de retorno, es decir un afán de inmutabilidad. Anhelamos con ternura el regreso y el recuerdo y su perennidad nos conforta. Esto es que hay una protesta contra el tiempo en el empeño de inmovilizar la escena, de sostenerlo en la estampa del paisaje y en la escala del alma. Pero lo que da a la nostalgia su nota característica y paradójica es su insurgencia por lo estacionario y por lo inmóvil, puesto que su esencia es una duración pura, es decir el juego del pasado y el futuro o la presencia de la evocación y de la esperanza.
 
Aquel afán de Isidora, es también nuestro, de acariciar la evocación y perseguir la ilusión o de soñar en un mundo mejor es una realidad sicológica, una situación vital evidente que nos mantiene como transportados, por consiguiente, como ausentes: es decir nostálgicos. Sin las inmediatas experiencias del pasado no habría percepción. El pasado da a las cosas una significación y una situación vital inconfundible.
 
La acción es la manifestación elemental y primordial del ser. En ella nos manifestamos; esto es expresamos nuestro poder. Y de la limitación de nuestras facultades y previsiones surge una situación inquietante: el sino y el azar como determinante. Y así destino y azar, sino y casualidad con su magia y misterio alimentan la nostalgia y le dan su sabor filosofal y su contenido emotivo. Es decir que más que modalidad y tono es una posición óntica y una actividad existencial.
 
Nada nos queda de la mutación; nada abarcamos del infinito y, sin embargo nos tienta el cambio y nos subyuga la inmensidad. Esta ansiedad es nuestra nostalgia, la nostalgia de Isidora, de todos y de todos los días.
En todos los tiempos se han expuesto ideas y expresiones de un contenido nostálgico. La muerte de los seres queridos, la fuga de la dicha, la mutación de las cosas, la intimidad y la soledad, la infidencia, la confesión, la ausencia, el retorno son conceptos constantes que revelan un estado natural del espíritu y su contenido nostálgico.
 
Ochenta millas de río pasan por las ciudades de Massachusetts y el “Charles” deja recuerdo en cada cala de su orilla, deja conciertos, fuegos artificiales, caminatas y gondoleros, veleros y canoas que adornan sus aguas en silencio. Ahora se abandona al tiempo, llevando el otoño del recuerdo h