sábado, 6 de octubre de 2012

POEMARIO PERFUME DE MADRESELVA

 
P   R  Ó  L  O  G  O
         Mi dilecto, apreciado y antiguo  amigo, Dr. Julio Olivera Oré, regresa nuevamente a esas regiones ignotas donde la belleza conjuga con la harmonía de la palabra, para entregarnos esta vez un manojo de versos que bajo las fragancias de la madreselva se embelesan en la contemplación de las ondulaciones insinuantes de la mujer de sus sueños hecha realidad, de ese ser presente aun en los claroscuros que él busca sin fatigarse y que ahora, finalmente, ha llegado a encontrar para felicidad suya.
       Una poesía erótica que convoca al amor físico  el cual nunca llega a colmarse a plenitud. Habrá por el tiempo interminable una reserva intocada, un algo inconquistable que celosamente se esconda en la intimidad de la amada y que acaso no ha de revelarse jamás.  No obstante estas limitaciones, el cuerpo, las caricias  y las formas de la amada  son un deleite  recurrente para el autor, quien acude, presto, a la palabra para utilizar los versos que mejor crea pertinentes a la barroca filigrana, al exorno y al florilegio verbal, que le posibiliten expresar su inagotable sensualidad.
 Pues, por mucho que  la vea y  la toque a través de las invenciones de la voluptuosidad, los secretos de ella no han de agotarse nunca: son parte de su peculiar naturaleza. Ante un  galán pertinaz y emotivo la amada sabrá guardar su  vital tentación, su femenina provocación,  y de ese modo, acabados los preludios, ambos acudirán sin nada ya que los inhiba, al protagonismo  de ardientes  lances, de idilios volcánicos, de gozo y de placer.
      Es la andina Milgicha, de la bella Sierra del Perú, con sus veintiocho años juveniles,  quien colma de sentimiento amoroso al autor, el cual, viviendo solo para ella, escribe febrilmente a prueba de una imaginación que no da muestras de agotarse pese a los varios y bellos poemarios amorosos que  él se ha inspirado, y al raudo paso del tiempo que es capaz de dejar en la nada los romances más  apasionados.
      Si el amor físico es una irradiación de lo que se agita en el arcano,  el autor ha de contemplar a aquella discípula de  Beatriz y de Isolda en sus más gratas poses y gestos. De este modo la ve juvenil  y maravillosa, capullo de flor, modelo de esculturas griegas y florentinas, angelical y exótica, de trémulos flancos, hada de coral y de biscuit, reina coronada de ensueños, sirena titilante de luminiscencias, viajera de fruta y de miel, en fin…
Julio Olivera, prolífico escritor, ameno narrador y magnífico poeta, convertido  en un enciclopedista amatorio, aborda, ahora en definitiva, un idilio perdurable, un sentimiento firme y sustancioso que va enlazado  a su Musa inspiradora. Para ello se vale de un  vocabulario rico y pleno, fruto elocuente de una Lengua Latina como la nuestra que permite que nuestro prologado sea capaz de revelarnos en este su hermoso poemario,  un poco a soto voce, sus más  íntimas vivencias, sus recónditas melodías,  con tal de hacernos conocer a la que por el resto de la eternidad ha de amar su corazón.
      Huaraz, Setiembre de 2012.
Dr. Ruben Jaime Loly Romero 
 
 
                                           APRECIACION DE ESTE POEMARIO
Perfume de madreselva de don Julio Olivera es un poemario que se nos presenta cual discurso a dos voces: la voz de quienes aman, él a ella – su Milgycha- y ella a él.
 
Los veintiocho años de la amada son primaverales para el amado, por ello en la voz del yo-poético describe su ser pleno de “la belleza de un capullo de flor de almendro”. La descripción del cuerpo de la amada recorre cada uno de sus milímetros y de sus flancos, con ternura, pasión y elegancia – difícil ensamble en la construcción lírica.
 
Aquellos labios revoloteaban como mariposas sobre los míos” expresa el poeta, en la voz varonil, destacando la magnífica manifestación física e interactiva del amor. Ella lo sabe, ella lo siente, ella lo ama y ese amor la satisface: “Y no sé qué preferir: o admitirle sus endechas o dejarme desnudar por sus miradas”.
 
Ella, para él, es la sublimación del amor, la Maja de Goya, la Madre Patria, un ángel y, por supuesto, también es la mujer cotidiana plena de laboriosa belleza cuyas manos saben transformar, como las hadas, las hebras para tejer un sueter que cobije al amado y a su amor, al amor y al amado, porque solo habiendo amado existe ella: la mujer amada con fragancia a madreselva. 
Bertha C. Navarro
  
   COMENTARIO AL FLORILEGIO ANTERIOR
Julio Olivera nos entrega los Versos en Prosa para Milgycha. El trascurrir de su poemario nos revela palmo a palmo el cuerpo y el espíritu de Milgycha, la Venus de Callampampa, cuya síntesis se entiende en la belleza primaveral sobre la arena de Pisco con la desnudez diáfana de quien se nutre de Juana de Ibarbourou y Alfonsina Storni.
En Milgycha se condensan el influjo íbero y andino que la convierten en un ser sin igual y el poeta, en la voz del amado amante, la contempla absorto desde esa mirada bifocal. Es así que Milgycha resulta la Venus de Botticelli que entrega su virginidad solo en el lecho nupcial y siendo esa Venus occidental sus senos cual magnolias emanan tonalidades canela y el destello de la quinua.
La conoce el amado con cada sentido, lo demuestra cuando nos describe la espiritualidad sensual y seductora a través de un poeta que escucha los suspiros, la maravilla sonora de la risa, los musicales silencios y el laúd de su voz: “tu voz vehemente/ sobrecargada de sensualidad/ parecía estremecer y avasallar/a tu anonadado interlocutor”. El yo-poético mira en las manos de la amada a dos palomas dormidas y en las formas de su cuerpo una arquitectura perfecta.
Pero, el amado no sólo oye y mira, toca y se deja tocar cuando “como una guirnalda de trinitarias/ tu cuerpo se arrullaba al mío” y siente entonces los “pies traviesos y juguetones/ y más ágiles que una libélula/ y más tersos que una flor”. Y el aroma de Milgycha está presente en el olfato del amado; para él, ella es “un ramo de violetas, / la esencia de un perfume” cotidiano.
Sus papilas la han gustado por ello afirma “había también en tu piel, / fresca, suave y sedosa/un sabor de agua de cordillera”. Y fue la cordillera quien enseño a Milgycha a amar, a darse en el altar del mutualismo; por ello, absorto el amado recuerda: “y para deslumbrarme con el tesoro/ de tus caricias primaverales”.
Las caricias primaverales se perfeccionaron perpetuamente al compartir el tiempo bajo el mismo techo, como en la casa de Cabana que la amada transformó en un museo por el buen gusto de sus detalles. Donde vivieron, ella lo adornaba todo con el encanto de su aroma oculto en las flores del campo y la sinfonía lírica de su risa…
Ahora, Milgycha ruega por nosotros mientras el poeta nos acerca al deslumbrarte ser de la mujer amada que ama a quien el ama.
Bertha Consuelo Navarro Navarro
 
 
 
 
 
                FRAGANCIA  DE  MADRESELVA
 
Cumplias veintiocho años primaverales
Cuando tu florida juventud
Hechó sus raíces de diamela
en el fondo de mi alma
y tu corazón se abria
como un botón de liri
o
para albergar mi afecto.
Y aquél tu cuerpo de hada
Escultural y maravilloso
Era mas de tersidades de amapolas
Y lustre de marfil.
 
¿Qué dulzura en tus líneas,
En tus ojos un arrebol de ensueños,
En tus labios la infinita sonrisa,
En tu pecho dos cúpulas de ámbar,
Tu talle era un fleje de acero pulido                                
Que se plegaba a mi cuerpo
En celaje que invadía mi ser
Como una fragancia de madreselvas
O como un aroma de frutas
Que ambrosia en tus labios,
Que delicias en tus besos
Y que embrujos en tus pupilas.
Mis ojos sorvian tu belleza
Mientras mis manos recorrían
La tercidad bruñida
De tu cutis de trinitarias
En aquel su afán insasiable
De captar el encanto
De gustar tu celestia.

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