jueves, 20 de septiembre de 2012
viernes, 7 de septiembre de 2012
DIAS DE SEPTIEMBRE Cuento
DIAS DE SETIEMBRE
“ Antologado por el Instituto de Cultura
Peruano, Miami”
Cuento de Julio Olivera Oré
Si, hoy es 11 de Setiembre y estamos en Bar Harbor, al NE del Estado de Maine, como si estuviéramos en el Cuzco (Perú) en la cima del Machu Picchu, frente a la Inti- Huatana (donde se amarra al Sol). Estamos frente a un paraje donde el Sol asoma primero en toda América; es una cumbre circundada de bosques y lagos sobre una esquina que hace el mar, una cala en el Parque Nacional de Acadia. Aquí amanece más temprano que en otros hemisferios.
Hoy se recuerda la hecatombe de las Torres Gemelas en el Word Trade Center de New York, donde se inmolaron más de tres mil inocentes de todas las sangres. Semejante acto vandálico enlutó al mundo entero y sirvió para repudiar toda acción terrorista.
Se recuerdan otras festividades en este mes, mes de la Hispanidad, la fiesta del 14 en las sierras andinas, día de la Exaltación de la Cruz, en Corongo; festividad del Señor de las Animas en Conchucos y se viene la primavera y las novenas de la Virgen de las Mercedes. Por eso Septiembre es para recordar.
La conformación de la ruta presta un magnífico escenario al Sol. El Sol, luz, calor y alma de la pintura es otra maravilla del paisaje. Da el cromatismo del color; si tenue, una sinfonía luminosa o un has de celajes albos; si intenso, una sonata de colores o un torrente de luz; si avasallador, una fuga de matices o una orgía de tonos.
Aquí en Bar Harbor, nace prístino y fúlgido sobre el mar plateado, bordeado de veleros y cruceros. Dardos de oro rasgan las muselinas del alba y descorren un cielo de corindón azul flordelisado de ópalo; ondas de luz ensanchan la alborada y las nubes como tenues alas de querubines se difuminan en el horizonte. Orfebre: decora auroras, ilumina lampos, tachona de brillantes caudas y aureolas, engasta diamantes en las corolas de las flores, hace arabescos y lentejuelas en las liquidas esmeraldas del mar, troquela efigies de ángeles para nimbar las auroras. Burbujea en las cascadas como un río de topacios, hace fosforecer el rocío e irradiar las luz mágica de los prismas, engarza en un lampo de melodía de los astros y en una centella su escala cromática. Taladra las moles pétreas y lo precipita por la pendiente levantando un torbellino de polvo cuajado de miríficas irisaciones. A medio día el Sol es magnifico, esplendoroso, flamea en la cimera de la floresta o en la cabellera de las ninfas, ondula en el mar terso o en las líneas curvas de las bayaderas, calcina áloes, sándalos y resinas olorosas, aspira zumos sutiles y da a esparcir el perfume de las flores; cascabelea en los apriscos, hace volar las mariposas de los prados y despierta a las gaviotas de las playas. Nada le opaca. El combo azul se ensancha y se hace especular. A estas horas el cielo tiene una limpidez de diamante y se infiltra exquisito en el corazón y en la mente. Bajo el ardor solar se enmarcan los helechos, vibran y se contorsionan los bosques en un espasmo paradisíaco. Desciende pomposo, opulento y mórbido, desbordante y cegador, exhalando hálitos de lujurian tropical.
Luego viene el prodigio de la tarde. Surge la sombra como otro motivo plástico y poético. Mantos de violeta anaranjado avanzan y se proyectan en un escenario azul opalescente. El vencimiento y la pena dan su tono de melancolía. Una lánguida y perlada sonrisa de evocación da a los seres y a las cosas un tinte de marfil. La remembranza desciende a las almas como una caricia y una luz de amatista pálido cónstela las pupilas y da a reflejar su tono de violeta sobre un campo de crisopacios transflorados. Hogar de musas, ambiente idílico para acunar ensueños y arrullar anhelos. Es la hora de los esfuminos y del madrigal. La forma y el sonido diluyen su ritmo y cubren el escenario de una tersidad de otoño, irreal e impalpable. El bajo relieve y el semitono tiene en ellos su fuente de inspiración.
El crepúsculo como una blonda y exangüe irradiación solar se posa en las cosas como una exhalación y caricia. En medio de un decreciente tono de azucena y amapola avanza la penumbra y una atmósfera de rosa y muaré le hace ensoñadora. En los torsos de rosa de las rocas y en las faldas de las colinas los últimos rayos de luz dejan en profusión brochazos de oro viejo y sepia. La tarde se torna trémula, pudorosa y angelical. En la vaga claridad del crepúsculo se ofrenda como un poema en verso o una melodía de dulcísimo ternura. El efluvio de la naturaleza se expande como un perfume enervador. Es la hora del arrullo y de la égloga; las gaviotas y las almas se dan a navegar en la ilusión y la fantasía.
Llega el ocaso: melodía y elocuencia sideral. En el confín marino el sol que se pone hace bullir el oro en igniciones voraces. Es un coágulo de rubí. La cumbre pétrea refleja la maravilla áurea y todo el paisaje se ilumina de nimio y grana. Es la hora del arco iris: bajo la fosforescente policromía de sus arcadas entra el sol en su ocaso. En el confín marino un dosel de rojo ocre se eleva en un alarde de decoración y suntuosidad; flamíneos cobertores, rojos gobelinos, volutas y encajes de cederías evanescentes revuelven su ansiedad nupcial y se embriagan en la magia boreal. Yemas sonrosadas y salpicadas de rojo evolucionan como vellones de oro o nubes de fuego. Ánforas incandescentes escancian sus tintes de bermellón y azafrán y genios mitológicos decoran el cielo de visiones y fantasías edénicas y la ebriedad y el delirio de la fiesta multicolor exaspera los sentidos y da un lirismo pictórico al ambiente.
Sobreviene la noche, un ritmo de salmodias lejanas preludian los contornos del misterio. Primero una vibrátil y diáfana opacidad dibuja su melifluo tono, luego tintes oscuros cargados de lobreguez anuncian estampas de misterio y enigma. La tormenta en esta zona y la luz fugitiva del relámpago en las tinieblas añaden una nota de inaudito pavor. Sin embargo el morador de la península espera con ansiedad la noche; el ambiente solitario le fascina, la aventura y el romance lo atraen. La canción de gesta brota cada vez más inédita de estas confidencias inefables entre las almas y la noche desde el mirador del Wonder View. Profunda e insondable en la cala, inmensa y cárdena en las estribaciones de la roca pétrea, diáfana y espiritual en el confín del cielo. En las fauces de las cuevas marinas y en los vericuetos de las quebradas la noche se abandona y se puebla y llena de fantasmas. La tradición deslumbra la imaginación con el relato de aparecidos piratas y danzas de duendes. Y la noche se hace tenebrosa y se puebla y llena de fantasía y misterio. El mito y la leyenda cobran aquí un relieve insospechado.
La luna tiene un lugar preferente en la pintura y en la poesía. Por entre mantos constelados de brillantes un halo de polvo de oro se proyecta en el firmamento. Nace la luna y el paisaje se estremece de emoción y ansiedad. La luz lunar pone su nota argentada a la cala de Bar Harbor y su irradiación nacarina y ambarada, su lánguido fulgor, su dulzura enfermiza y candorosa, su estupor atónito, su ingenua palidez dan a las cosas una coloración melancólica. En la cumbre luce la luna su espléndida donosura: es la virgen que emerge del piélago azul envuelta en gasas de topacios. Se aposenta en el mar, flota y navega en los ríos, se escurre por el ramaje despertando a las ninfas y las náyades de la orilla. Una insólita melodía, da al espectro lunar livideces de tristezas y aflicción. La melodía vacía su angustia y dolor, vencida por la pena, traspasada por la luna.
En la cala la luna se muestra opulenta, pone sobre la fronda de los bosques placas de mica y cuando el viento mece el ramaje se filtra a tierra como una lluvia de laca. En las calles y avenidas despliega su lánguida toca de vestal. A su amparo el juglar colmado de inspiraciones desata su congoja o engalana sus sueños con la melodía de los violines y la música de las garzas.
II
De Corongo se baja por el camino de “la Culebrilla” a Pakatqui, su inclinación es muy fuerte, sube en zig-zag horadando el cerro a una altura de más de tres mil metros de roca pura. Se contorsiona como reptiles magros. En la superficie de las rocas hay manchas de caracoles que los viajeros observan con curiosidad. El camino es perfecto, hace insensible la cuesta y alegre la bajada. A distancia espeluzna, de cerca es acogedor. En cambio “La Cuchilla” es al revés, parece benévolo. Por sobre un bastión triangular de tierra que arrancando de Colcabamba se alarga hasta el río Cuyuchín, serpea y centella el camino en el filo de las aristas. En la base de ambos lados las quebradas y los remolinos de los ríos ofrecen su vértigo. Por Piñito, Carhuacondor y Pariacón hay bustillos recamados con el oro de sus frutales y la esmeralda de su follaje dando a los huertos y jardines un aroma de paraíso.
El paisaje es una estampa rítmica y cromática; la soledad es una abstracción, un escenario de paz y una atmósfera de ensueño; despliega el uno sus encantos y el otro le corona de cauda. El paisaje revela la forma y la soledad lo idealiza. El paisaje aquí es la eclosión de la belleza en el universo, la soledad es una aureola de espiritualidad y hechizo.
El paisaje se hace más grandioso en la soledad; más sutil y más elocuente. Las almas angustiadas por el misterio lo sienten más cerca.
Una de las formas de penetrar en las entrañas de Pakatqui es la contemplación: amor arrobador y conciencia de comprensión. La soledad le presta su escenario, lo hace más sensible al ser y más asequible a la naturaleza. La mas ` tenue melodía o el lampo de luz imperceptible se siente agrandado. Es algo así como si se lograra ver las ondulaciones sonoras de la música o escuchar la crepitación de un halo o el alborozo de un capullo de flor cuando se abre al beso de la luz. La reacción que suscitan es una tierna y profunda emoción poética.
La soledad aquí, no es una mera abstracción o una palabra vana y sonora de reflejo verbal. La soledad tiene una función y contenido vital, tiene una perspectiva y un horizonte; ocupa un lugar en el espacio y en el espíritu. Se proyecta y refleja, sugiere ilusiones y añoranzas. La soledad es como la melodía del silencio o el eco del escenario; es una posición espiritual de hondo contenido. Hay en ella la fuerza de una angustia que nos lleva en vaporosas abstracciones y, que nos hace flotar, que acaba por desaparecernos en el alma del cosmos y luego de arrullarnos en sus voces melódicas nos expande y difunde en el infinito.
Cuando nos sentimos absorbidos por la calma de las cosas o la fascinación del ensueño o cuando la mirada del alma desaparece tras la fuga de un esfumino o el vuelo de un celaje estamos tocados por la soledad. Transportados y absortos; solos y aislados, saturados de idealidad y en medio de un éxtasis sideral ya no podemos navegar sino en el infinito como arrullados por la música que orquestara el perfume de las pencas.
La soledad aquí es una posición vital del espíritu en su comunión con el paisaje; es una esfera de paz y de quietud. En estas regiones de idealidad el alma se despoja de concupiscencias, se recoge, sueña y escruta; la fantasía se ensancha, la visión abarca horizontes infinitos y la intuición logra frutos sorprendentes.
El seno de la soledad es fecunda: nacen de ellas las ideas inmortales y las formas puras de la belleza. El contenido de la soledad es edificante: lo pueblan el alma insensible y la naturaleza impoluta. La soledad es una evocación y emoción: esto es una aspiración del espíritu y una sensación de efluvios poéticos que explica la unción de los anacoretas y el fervor de los místicos.
III
!Auchicha!…despierta !carajo! son las cuatro de la madrugada, lleva a los animales a pastar; soñaba con la voz del abuelo Ezequiel, patrón del fundo, amo y señor de toda la comarca, que nunca dormía.
!Puta madre Atacho! Decía, dile a la chola Juliana que saque la leche de las vacas y traiga a los becerros, los chicos esperan su amamantada y su jugo de naranja. El desayuno en la hacienda era una ceremonia de inicio a la disciplina. Salchicas fritas con papas, ensalada de palta o jugo de tuna y nunca faltaba el caldo de cabeza, el shambar o el shácue, una que otra vez.
Los peones se disponían a la labor diaria en los campos, unos leñadores, otros trabajaban en labranza y los niños cuidaban de las vacas, de los cerdos y de los chivos, que hacían una ganadería prodigiosa y pujante de la zona.
La ñata Maria era la cocinera de turno, tenía la cara hueca y feroz, por falta de la nariz, carcomida por la “uta”; hacia la merienda para los patrones y trabajadores desde muchos años atrás y cargaba una gran alegría juvenil en las rancherías.
Atacho, era el encargado del “trapiche” y el Tápaco de la hacienda, engreído del abuelo y experto cazador con la hondilla y la “guaraca”. Aquí se cuajaba la caña en los alambiques, para hacer la miel, el aguardiente o la chancaca. Una “yunta” de bueyes, daban fuerza a la centrífuga para moler la caña. Era una faena que a ritmo de “roncadoras” se acostumbraba en las moliendas o en las trillas de trigo, en las cosechas de papas y en las parvas de habas y frijoles. La animosidad de la gente contrastaba con el calor del temple y la música nativa
Todas las frutas eran silvestres, las naranjas agrias, las paltas, las chirimoyas y los mangos, las guayabas, los porocchos y las granadas y granadillas, adornaban los huertos y los caminos. Al otro lado del río, por Huayllamas, una chácaras pedregosas sembradas de alfalfares daban de comer al ganado, y en las alturas de las punas el ganado mayor saboreaba los pastos del “ichu”. Al pie de la Casa Grande, el mirador a los “Baños Termales” siempre estaba lleno de palomas y aves de corral por las parvas de trigo, cercados con “cactus” que daban a brotar la “cochinilla’ y las “tunas”, de color granate amarillento. Los “choloques”, eran el jabón natural y su cáscara dejaba una espuma antiséptica.
Habitualmente en septiembre pasábamos las fiestas del 14 en Corongo o solíamos irnos al “fundo” con frecuencia. Salía de cacería con la “Winchester” familiar y con los caballos “Culebrita “ o “El Tito”, que marcaban el paso en el lugar; muy enjaezados y llenos de brío, montura de galápago, estribos amplios y jatos de plata labrada que eran lo mejor de las caballerizas.
Salía con Atacho de guía quien me entretenía con sus habituales historias de cuatreros y abigeos. Solo una vez cada año lo podía ver. De carácter agrio, déspota, frío y calculador, olfateaba todo fenómeno natural, pero era un hombre poderoso, por ser Tápaco de la hacienda y cuidaba de mi.
Se comentaba que Atacho vivía a su manera y no permitía intromisiones más que las del abuelo Ezequiel. Era el cholo moreno, alto, tenía los ojos muy pardos, bastante claros que brillaban de una manera extraña; era duro y fornido.
!Nunca te metas con él! me decía mamita Etelvina, nunca lo vas a doblegar y por supuesto que por nosotros te hará caso. El vive a su aire ; pero éramos amigos a pesar de saber que su orgullo se derrumbaba por sentirse cohibido y lleno de dolor sabiendo que yo era el hijo del patrón. Supongo que se sentía enojado igual que todos los colonos del lugar.
Cabalgábamos por la cañada tras el rastro de un venado herido y solía decirme de Juliana su novia, la que se encargaba en el fundo de los menesteres caseros con la abuela. Supe que se gustaban muchísimo. Necesitaba formar una familia me decía. Ella era mujer de hogar. Sabiendo que significaba mucho en la vida de Atacho, por eso quería salir de dudas uno de aquellos días de septiembre.
Bajamos de los caballos, lo atamos fuerte en las argollas de la terraza de la casa y entramos pisando fuerte con la presa en las manos. Era una venadita tierna.
Juliana era demasiado Hermosa y moderna, muy joven y la vida le podía ofrecer más que una vida rural sosa y aburrida. Era una muchacha encantadora, gentil, morena, de ojos negros, caderas sueltas, senos próvidos, con muchos años de relaciones, lo tenían todo organizado y creo que era suficiente para formar una familia.
Te lo digo de verdad niño me decía Atacho; no se si piensas como yo. Soy trabajador, pienso casarme, tener hijos y adorar a mi mujer. Juliana y yo en estos años nos hemos entendido perfectamente. Estoy muy ilusionado, quiero formar mi vida.
Juliana era mas ` atractiva que bella, pero su atractivo tenía un angel especial. Toda la comunidad decía que era la chola más sexy del valle, una mujer que gustaba a sus dieciocho años.
IV
Los campesinos que bajaban de las otras haciendas para la fiesta del pueblo raptaron por la noche a Juliana y a la Zarca Rosa, para saciar seguramente su borrachera y sus sucios apetitos sexuales. Atacho enterado del hecho buscaba con los caporales desesperado por todas partes y encontró una “lliclla” de Juliana y siguieron por el camino su rastro a los cobardes raptores. Allá en el “Rompimiento” de la fiesta pueblerina seguramente hayan de verlas.
Te das cuenta niño? Con el piso puesto, la fecha de la boda y de repente la Juliana desaparece. Atacho estaba desesperado y no era para menos, todo estaba dispuesto para casarse y había por medio muchos años de relaciones serias. Nadie comprendía porque había ocurrido el rapto sin dar señales de vida de ninguna de las chicas. Juliana era su verdadera ilusión, su futuro, su presente. Tenían acordado la boda estos días de septiembre. Hacían el amor desde hace mucho tiempo y decidieron casarse y de tener una familia.
Atacho preguntaba aquí y allá; iba por los corrales con los perros, por los caseríos y los pongos, buscando el rastro de su novia pero nadie le daba rezones, salvo que había mucha gente extraña que sube al pueblo a la “Fiesta del 14”.
La Iglesia desenvuelve sin duda una actividad social pintoresca. Las festividades religiosas con su séquito multicolor de procesiones y comparsas enriquecen el paisaje. Hay una ansiedad en la espera y un fervor inquietante en la proximidad de las fiestas patronales de estos días de septiembre. Es un revuelo religioso y social. La juventud vuelca su vehemencia y los corazones mitigan su angustia. Así mismo traen como secuela, robos, atracos y borracheras. Pero la fé religiosa se acrecienta y los espíritus se ungen de una piedad mística. La pompa de una liturgia fastuosa se hace más grandiosa y solemne, le añade colorido y celebridad.
Para tan augusta ocasión sale a relucir toda la riqueza del culto, su ceremonial y coreografía de gala, su rito de fiesta, su estilo florido. Las imágenes ostentan sus más ricos y enjoyados vestidos, los sacerdotes sus ornamentos de oro y hasta la feligresía se acicala con sus mejores prendas. Es una justa de suntuosidad y lujo.. como transporta y deslumbran los mantos de azafrán, los brocados de oro y las dalmáticas guarnecidas de crisoberilos, de carbúnculos y topacios, de espinelas y amatistas, de gemas y de cornalinas. Los velatorios tremolan sus brillantes y púrpuras y los cubre cáliz resplandecen su albura a través de los festones de oro. En el Templo de San Pedro de Corongo, la profusión de cirios excita la fantasía; por todas partes la flores ofrendan su perfume y los tules y velos que penden de los ábsides se pierden en la nube del incienso. Las voces del coro languidecen en esta atmósfera, se conturban y arrebatan, rebotan en las bóvedas, penetran en las almas y las hacen soñar y elevarse en la melodía. En el desclave del Señor de la Semana Santa, los fieles tocados por la escena del Calvario, se arrebatan en el llanto, estallan en sincero dolor. Y las masas flageladas por el terror sollozan inconsolables.
Tras la policroma ostentación del Templo viene el esplendor de las procesiones. El arreglo del anda es también cuestión de mística religiosa y de estilo especial. En las calles adyacentes “las matracas” crepitan y las apuestas jalonan los ánimos. Hay columnas de cera con mechones que se arrebatan y en los altares cerillas multicolores, repujadas y labradas con esmero. Pero lo que más sobresale son los castillos de cera, verdaderos monumentos de arte que los devotos portan en sus hombres, mientras comparsas de festejos cabriolean una danza autóctona con las “champaras”.Es la danza de los “Shacshas”.
Tal el lenguaje y la liturgia en las festividades religiosas de estos días de septiembre. A través de ellas brota una emanación de belleza o de fluido magnético que hace tan querido y ansiado el culto católico.
En esta fiesta “El Rompimiento”, de fama legendaria, es donde las bandas populares en una de las noches de la festividad ofrecen su melodía enervante. Las devotas con un velón en la mano bailan su ensueño; parejas de disfrazados irrumpen al centro y se dan a la embriaguez de la danza. Mujeres u hombres que garbean solos, apenas entreven una persona de su gusto, de un jalón lo ponen a su lado y trenzados en el ritmo y la intriga se entregan al torbellino del baile. Quizá por eso se raptaron a la Zarca y la Juliana. Borbotea el trago y el jerez o el anís del mono; uno que otro grito se apaga en el barullo o gime como un compás de la fiesta. Y miles de almas repletas en las calles ganadas por la melodía cumplen el rito. El claro de la aurora al amanecer ahuyenta a las parejas. En las aceras algún vencido aduerme su vértigo, mientras las devotas con el cabo del velón siguen delirando ritmos nostálgicos
.
Parejas de enamorados y enjambre de jóvenes que se han dado la palabra o has sido raptados para venir a las fiestas se juntan en las esquinas al son de la música de los “chirocos” y asumen aires de pulcritud y las parejas forman ruedos y acicalan sus ritmos. Después hay un periodo de fuga y de ansiedad emotiva. La gente vuelve a sus parcelas o sus villas y aquí nunca paso nada. Algún osado galán que ha merodeado tras los grupos en pos de alguna belleza esquiva, de un manotón lo arranca de su pareja y carga con ella. El rapto tan sigiloso y audaz lo ha advertido el infortunado varón, como Atacho, que ha sufrido la pérdida de su amada. Y la música sensual y voluptuosa prosigue impertérrita urgiendo a la av
jueves, 6 de septiembre de 2012
LOS NEGROS EN EL PERU
LOS NEGROS EN EL PERU
Del Libro de Julio Olivera Las Callecitas de Lima
Los esclavos negros trajeron no solamente su lengua sino además numerosos cantos y danzas que interpretaban a lo largo del pais. Don Nicomedes Santa Cruz nos narra, que una de estas danzas fué el “Landu”, es decir por Luanda, la capital de Angola y los bailarines eran llamados “Lunderos”, que era la representación de una cruda realidad del acto sexual que escandalizó al clero como “Danza Maldita”. Quizá más tarde se convierta en “El Tondero”, por las regiones norteñas del Perú; obligados por las distintas defromaciones a que era sometido este baile y termina con arrogancia, gracia y salero.
Al Perú llegaron negros criollos de las “Antillas” y asi también de distintas culturas africanas, que no constiruian etnias especificas, sino disgregadas, que dieron una nueva identidad cultural y social. Esto esta documentado por el cronista Huaman Poma de Ayala, que da cuenta de la presencia de negros zambos criollos que llegaron con los conquistadores en situacion de servidumbre o esclavos, estableciendose mayormente como agricultores y servidumbre en la ciudad. Un tipo de inmigración distinta como los de Brazil y Cuba. La música y la danza, provenian de culturas distintas y no eran coherentes o únicas. Habian diferencias y disputas entre negros bozales, ladinos y criollos, que formaban parte de las Cofradias en la Colonia. De aquí que es dificil hablar de una continuidad misical y coreográfica, sin ruptura del lenguajel que a la postre llegá a ser la cultura musical criolla de la costa.
Se desarrolla entonces la discriminación racista que justifica el orden esclavista. Llegando a decir por aquel entonces que los indios y los negros no tenian nivel de seres humanos y se llegó a discutir si poseian o no “alma”, para convertirlos en objetos de compra-venta. Por eso hasta ahora se oye decir “el negro lleva el ritmo en la sangre”, “los indios son ociosos”, “el negro esta hecho para el trabajo”. :los indios respondieron al sometimiento boicoteando con flojera. Mientras el “negro” respondia con burla haciendo “quimba” al blanco de diversas maneras. Lima tuvo el 70% de población negra. Algunos levantamientos asi como la existencia de Cimarrones como Francisco Congo y los Palenques, son temas de estudios de cientificos sociales. Los esclavos libertos se quedaron a trabajar con sus ex amos en calidad de asalariados
En las mismas festividades en que los negros divertian a sus amos, sirvieron también para la burla y la sátira y la guitarra y el cajón sirvió para acompañar a los decimistas y copleros y, fueron incorporados a las danzas religiosas, como los llamados “Son de los Diablos”, que eran grupos danzarines de negros grandazos, pestiferos, horrorosamente disfrazados y casi siempre en “bomba”, portando imnesas quijadas de burro y al sonido de flautas y tambores se detenian frente a las casas a bailar y gritar hechos unos verdaderos escapados del infierno.
Las cofradias posibilitaron el intercambio cultural entre miembros de culturas africanas distintas, iniciandose un nuevo mestizaje, con el proceso de catequización y cristianización.
Las danzas de “negritos”, “pallas”, el “Son de los Diablos” son formas musicales que surgieron como expresiones religiosas. Igualmente la “Brujeria”. Pero nos falta tener estudios más globales, frente a las nuevas formas de dominación cultural.
martes, 28 de agosto de 2012
FINALISTA EN CONCURSO DE CUENTOS EN ARGENTINA
Selección
Concurso Internacional de Cuento, poesía y cartas del XIII Certamen Internacional. Ciudad de Buenos Aires, Argentina
2012
Buenos Aires, 12 de Agosto de 2012.-
Estimado / a: Julio Olivera Ore
Estimado / a: Julio Olivera Ore
País: USA
De nuestra mayor consideración:
Tenemos el agrado de dirigirnos a usted con respecto al XIII Certamen Internacional de Poesía, Cuento y Cartas HOMENAJE AL AMOR 2012, organizado por nuestra entidad y Auspiciado por la Sociedad Argentina de Escritores (SADE).-
Queremos notificarle que su/s obra/s:
Agua, Agua, Agua
Género Cuento
HA SIDO SELECIONADA
!agua, agua, agua!
El curaka Huaynamango en el gobierno pre-inka se las compuso para liberar a las mozas de chaupis, torongas, quichuas y checras de transportar agua en cántaros desde las lagunas encantadas de shullavara al poblado de Pallasca. Aquellas mozas bellas y macizas eran lindas y arrobadoras y cuando llevaban los cántaros al hombro dejaban admirar senos próvidos y cinturas fascinantes.
Huaynamango se prendó de las gacelas y las cuatro le impusieron la condición de ser suyas si se las liberaba de la esclavitud del agua y del fantasma de la sed, el curaka aceptó las condiciones y enseguida movilizó a su gente y tendió una red subterránea de cuatro canales a prueba de siglos para dar agua a los cuatro barrios donde habitaban sus dulcineas, de huacchumachay o de chonta, de tumabamba o pusacocha, no se sabe de que largas distancias llevó el agua a Pallasca aquél genio enamorado, los canales pasaban por discretos vergeles y llevaban cada una de ellos la fragancia inestimable de la Panisara, el Torongil, de la hierba Luisa e Inquillpuma.
Hizo de los cuatro barrios un edén florido, donde cada una de sus amantes le prodigaban sus encantos, la red de agua iba tatuada en medio del seno de cada una de las mujeres y debería transmitirse igual en la doncella primogénita de la estirpe, al correr del tiempo se secó una vertiente, por el éxodo de las primogénitas no había el plano para la relimpia, la sed y la sequía agobiaban. En algunos pozos una esponja mitigaba la sed, doña Hermelinda fina, última primogénita de la estirpe de Huaynamango casada en buenas nupcias con don Ángel Lagomecino hubo de irse a Chachapoyas a raíz de la expulsión de los jesuitas en la provincia, en la época del virrey Amat, ante la amenaza de sequía un lejano antecesor de don Nabucodonosor Ecobinarrobles se constituyó donde fina y tras un violento proceso judicial se tomó copia de la red de irrigación que escondían los opulentos, marfíleos y pundonorosos senos de la real dama.
La "sentencia" mandó tatuar el plano en el seno de las cuatro doncellas más Apuestas de cada barrio y que la sucesión primogénita continuaría la tradición ininterrumpidamente, cuantas balas y manoplas se han gastado desde entonces cada vez que la sed de los zagales los llevaba a buscar en los senos de las doncellas la red de los puquiales, donde abrevar, y cuando no se hallaban las finas los zagales recorrían por los poblados aledaños en busca de la linfa, cabalgaban briosos corceles, los jinetes iban hieráticos y estatuarios, relucientes, con las cabelleras aceitadas y las frentes altas, empolvadas en el camino, llevaban costosas casacas de cuero, llena de botones; nuevas las botas de tubo, los jatos y los estribos con aderezos de plata y las espuelas roncadoras afiladas y deslumbrantes, del cinto pendía el revólver y una carabina de la frentera de la montura, parecían nuevos pegasos mitológicos o antiguos caballeros de las cruzadas, los caballos de raza, domados para lucirse en las justas patronales de los pueblos eran ejemplares valiosos, los lomos bien conformados, recias las grupas, ágiles y nerviosos los miembros, los cuellos fuertes y flexibles, los crines bien risados, los pechos turgentes y erguidos, las cabezas cortas y en alto y los belfos sensitivos, aquellos corceles eran legendarios.
Al entrar a las poblaciones los caballos acicalaban el paso y los jinetes acomodaban sus posturas, el trote atronaba el espacio y los cascos herrados hacían brotar chispas del empedrado de las calles, los jinetes encabritaban a los potros, los hacían relinchar o piafar dantescamente y con una habilidad extremada retenían a los enajenados animales logrando empalmar un paso galano y marcial, aquellos pasos emparejados eran como endechas y resonaban como himnos triunfales.
Las gentes atónitas de los poblados o huían o se escondían ante el rebullir de los cascos o al atronar de las carabinas.... !!los pallasquinos! !los pallasquinos! ! era la voz de alarma o el grito de ansiedad de algunas valerosas mujeres que desde sus balcones espectaban la entrada apoteósica de los jinetes y el cabrioleo elegante de los corceles, ya cuando el asedio o la conquista no era botín que satisfacía, la carrera volvía a empezar más anhelante y cruenta, los caballos crujían impaciencias, eran incontenibles, saltaban abismos y vallados, más volaban que corrían y de sus fauces y de sus pechos el viento desprendía espumas, como una flecha alada cruzaban los espacios y los jinetes traspasados de emoción con los ojos desorbitados tras la visión del !agua! acosaban a los brutos y en el vértigo de la velocidad parecían escuchar el eco del murmullo de alguna fuente que incitaba el empeño... y en tanto que el sol quemaba inclemente en los campos encandilados, se angostaban los vergeles y la resolana doblegaba a los centauros.
En el camino reseco y calcinado sonaban los cascos como voces crepitantes repercutiéndose en las cumbres y volviendo el eco a resonar !agua! agua !agua! en el galopar acompasado de los corceles parecía escucharse la modulación de !agua! agua! agua! y los jinetes absortos y traspasados jadeaban voces entrecortadas !agua! agua! agua! las miradas desorbitadas en el paroxismo de la ilusión parecían ver caudales de !agua! agua! agua!
miércoles, 25 de julio de 2012
LISTOS LOS TRES TOMOS DE LAS MEMORIAS DE J OLIVERA
Ya van
muchísimas hojas escritas y no dicen nada de mis memorias;pues la realidad es
esa, que solo comento mis obras y quizá parte de mi vida, como la historia que
les obsequio en este instante, que trata de mi juventud enamorada y mis sueños y
ensueños de adolescente-
Sus
abuelos, sus padres, todos sus parientes habian fallecido uno
tras
otro y
se han ido quedando solos.
Los
primeros amores no se olvidan con facilidad, marcan una vida.
A
veces
otro sentimiento quizas lo supera, pero cuando no es asi resulta inútil
luchar
contra
ellos, porque suponen la felicidad del pasado y cuando un sentimiento
perdura
muchos
años ha de ser positivo.
No se
si Héctor Chenedollé se quizo realizar antes de envejecer, pero
es
evidente
que lo logró pero no con Albertina. Tampoco sé si lo hizo por ella, pero
es
igualmente
valido.
Evocaron
sus besos, dulces, cálidos, apasionados y vehementes. Toda
una
relación añeja se cubrió como una nube caliente y poderosa. Habían
acaparado
una
vida completamente. El destino es jugetón y a veces muy cruel. Hay que
tener
voluntad
suficiente y también olvido para no traicionarse.
Héctor
era de esos hombres suabes, intelectuales, silenciosos,
personales,
llenos de ternura que siempre suelen atraer a una mujer. Albertina
había
vivido
su vida dedicada a la literatura y al arte. Sabia en diferenciar un afecto de
un
sentimiento;
también sabía que la mujer tiene tanto derecho como el
hombre.
Tenía
pocos años cuando sintió aquella atracción por Héctor y nunca
pudo
sentir
lo mismo por otro hombre. Era un amor casi platónico, nunca lo negó,
pero
profundo
y además siempre tuvo el presentimiento de que Héctor Chenedollé
sentía
lo
mismo por ella. Imaginaba su alta inteligencia, su firme estatura, su
arrogancia, su
pelo
negro apenas ondulado y largo, sus ojos café, aveces acerados, mirando
de
aquél
modo que tal se diría que la despojaba prenda a prenda de toda su ropa y
la
dejaba
desnuda.
La
docencia le atraía, licenciada en Literatura y Letras, su vocación
y
su
illusion era escribir. Solía enviar colaboraciones a revistas femeninas que
no
tenían
mucha trascendencia pero que la habrian iniciado en su futura carrera.
En
Perú se
publicaba mucho pero se leía muy poco. Escribia sobre “El Cholo Meza”,
don
Ladizlao
F. Meza, huaracino, de espiritu bohemio y rebelde impertinente,
cuya
temprana
muerte segó antes de llegar a sazón, uno de los valores dramáticos
más
firmes
de Hispanoamérica. Escribir para que su libro se muriera en un escaparate
no
le
atraía. Tampoco aspiraba a ser una Best- Séller. Sería demasiada
suerte.
Era el
vivo retrato de su madre doña Angélica, de esos ojos verdes
y
grandes,
de mirada acariciadora, cabellera rubia con rulos espaciados; pudorosa
en
su
intimidad, evidentemente tenía clase, había nacido con ella y la llevaba como
un
troféo,
sin orgullo y sin soberbia, pero sabiendo que la tenía.
Chenedollé
y Albertina se fueron conociendo día a día a travez de sus
cartas
y se correspondían en todas sus aspiraciones, en lo físico, lo moral, en
lo
intellectual
y espiritual. Se amoldaban divinamente.
Los
gustos, la comprensión y la tolerancia y, la pasión que inspiran ciertas
personas
se
daban la mano aquí, en esta pareja.
miércoles, 18 de julio de 2012
Semblanza a un Maestro en este dia 6 de julio
Semblanza a un Maestro en este dia 6 de julio
Obra de amor es el apostolado del maestro . Obra de creación que le identifica a Dios y lo eleva por encima de los padres. Amor y creación cuyas fuerzas secretas tienen la virtud esencial de transformar al amante en la persona que ama, al creador en el ser que crea, de identificar los ideales y los ensueños con el objeto de la pasión y de plasmar la belleza concebida con la encarnación del ser idolatrado y con el resplandor de la ilusión perseguida. El amor convierte la conciencia vulgar en una personalidad creadora y esta conversión es tanto más eficaz cuanto es más pertinaz la idea y más sentida la emoción. Conjunción de fuerzas que subliman al maestro y lo impelen a no vivir otra vida que la de sus alumnos e impregnarse de sus modalidades y armonías y lograr en un rato de misticismo la figura buscada del discípulo, futura proyección de su cerebro y corazón, de sus ideales y sentimientos.
Pero quién es amante apóstol? Desde muy antiguo los términos abundan y lo enuncian. Los griegos a toda obra o concepción grandiosa llamaron magistral y a sus artífices maestros. Aparecieron las ideas directrices y surgió el precepto básico, emergiendo entonces el preceptor. Las ideas y los credos erigieron escuelas y los hombres profesaron una doctrina y apareció el profesor. Las doctrinas se ilustraron y se sustentaron en los foros o en las cátedras y advino el catedrático.
Los Helenos armoniosos y divinos, maestros de la cultura, junto a la noble elegancia del pensamiento nos enseñaron el ritmo bello de la forma y forjaron hombres como dioses. Sócrates y Pericles sintetizaron su época. Los romanos supremamente distinguidos concibieron un tipo de hombre cuyo símbolo más fiel está en la Loba del Capitolio y las testas de Cicerón y Julio César. Los europeos occidentales in surgieron reaccionarios y liberales e hicieron aflorar los temas pedagógicos y jurídicos dando a relucir a Concorcet y ofreciendo un Nuevo tipo de revalidación entre Kant y Napoleón sus más conspicuos exponentes. América se quedó a la deriva, aparecieron reformadores como Sarmiento y hombres libérrimos como Bolívar y San Martín.
Pero en Europa como en América el tipo de hombre se amputó y mistificó dando paso a la tecnocracia y a la especialidad. La postergación del ideal y la promiscuidad de los problemas de la vida dieron al mundo etapas anodinas contra cuya inercia la humanidad reacciona en una inquietud de hacer primar la profesión de hombre y la profesión de técnico. En este empeño pedagógico, en esta ansiedad de un ideal y de un maestro el Magisterio obtuvo carta de ciudadanía regular y aparecieron los maestros, pero con ellos los simuladores apurados en ofrecer un tipo de hombre a la humanidad y un contenido a la cultura. En este estado sintomático en el que los fariseos disputan a los maestros la palestra. El ojo avizor no los confunde. El maestro tiene un ideal que servir y el simulador una empresa que explotar. El maestro se guía por las corazonadas de su pecho y las aletadas de su frente, el simulador por el interés. El uno persigue la perfección, el otro el rendimiento. Tipos del primero son aquellos hombres del Perú que en las estribaciones de los Andes, desnudos y macilentos apalean el alfabeto diariamente y cantan el Himno Nacional. Tipos del simulador están en algunos bancos dorados en las escuelas oficiales y los sillones aterciopelados de algunos liceos particulares, los unos afanados por cobrar la paga suculenta o en colocar algunos millares de sus libros y los otros en arbitrarse algunos centenarios de prosélitos que explotar.
Los maestros sienten, los simuladores calculan, aquellos tienen inquietudes; estos codicia. Los primeros sobrellevan sus fatigas por devoción los otros por especulación. Los simuladores podrán con algún éxito almacenar conocimientos en el niño pero jamás educarlos, porque para lo primero basta la mano anónima, para lo ultimo es menester sentimiento y personalidad. Los simuladores pueden tener ilustración y no pocas luces en la mente, los maestros como Olivera Cortés tuvieron algo más: emoción y sentimiento. Las luces se nublan en la tormenta pero los sentimientos perviven con el ultimo suspiro. Los maestros son apasionados y soñadores, aman a todos y viven por un pueblo entero; los simuladores son mezquinos, quieren solo a sus cofrades y no viven sino para su rebaño.
El maestro nace en cierta hora de grandeza y en cierto clima de libertad. Jamás se improvisa. Puede inaudito revelarse en el frente de la lucha o en el banco de la brega cuotidiana. Cuando nace un maestro con él adviene una estela, su corazón es el norte de sus actos y su cerebro ilumina horizontes y abre senderos en el infinito. En cambio el simulador nace también en un clima propicio en la hora y el tiempo preciso, en que la virtud de la sociedad se relaja y las facultades del maestro se embotan o anquilosan.
El fracaso del maestro es el éxito del rutinario, la proporción de éste está en la magnitud de aquél; es la única y sincera felicidad que les anima y que les da fuerza para vivir. Sin la desgracia del genio languidecerían irremediablemente. A cada tanteo inútil del maestro el empírico cobra alientos de titán y su envanecimiento toca contornos apoteósicos que celebra con inusitado júbilo infantil. Ignorando el valor de un principio jamás le sirven o guardan devoción, lo explotan hasta el agotamiento y como aquellos cínicos taladores de bosques; que no conociendo el afán de plantar ponen fuego a los despojos para solazarse con el macabro incendio.. Nunca son constantes ni conocen los atributos de la lealtad. Cuando adviene alguna formula novedosa y boga en la moda de los términos del terruño están listos a enrolarse a lo que estiman el ultimo grito de la civilización abandonando los cánones que ayer nomás repuntaban la última palabra del progreso. Si alguien en sus filas osa rebelarse del mancornamiento lo denuncian como a disociador y si cae vencido en la jornada el oprobio de la afrenta le añade el estigma de cobarde.
Todo se contagia de embriaguez. Los viejos retratos de familia languidecen las flores de las ánforas se desmaya, la bóveda se esfuma, la estera del piso, se estereotipa y los sofás con sus almohadones tangentes y nervioso posan somnolientos su suavidad lasciva y cómplice.
Tus palabras vibran melodías a la manera de un recital en un torneo florar y arrullan como alondras abrigadas en un solo nido. En su aliento el perfume fragante de las flores de la primavera y el aroma nupcial de los jazmines y naranjos se extienden sobre el corazón y el alma con una suavidad de terciopelo, con una dulzura de miel y con un calor tibio de cuerpo fresco y sabroso.
¿Qué diré de tus ojos donde relampaguen el fulgor de muchos astros encadenados y que de tu fantasía que divaga en el pensamiento y las delicias de los goces más puros y delicados.
Si el fuego de tus ojos te encandila y los mirajes de tu imaginación tratan veloces en tus sienes, tus manos afiebradas por la pasión se encrispan convulsas, tu respiración se have anhelante, tus labios se inflaman en una rabiosa dulzura de granadas abiertas por la excesiva vitalidad, tu talle se siembra en curvas de atrevida voluptuosidad con un candor ingenuo y con una rosadio casto que da a tu ser escorzos de ninfa y pone sobre tu cuello estatuario ansiedad, febril, turbación ardorosa y desosegada.
Cuando la ternura nos diga en un abrazo una nerviosa y ardiente emoción nos asalta, venciéndonos a la caricia al beso consolador ya la dulzura enigmática de su arrobo en cuyo placer el amor cobra esperanzas y la pasión el milagro de mayores promesas de ventura y felicidad fatigados pero no hastiados, envueltos en la belleza de la hora y en la furiosa avidez de su ebriedad apuramos en el beso de aquellas horas y en el placer de los que no vendrán como si la intensidad del presente pretendiera perpetuar la emoción a arrancar un fruto las ardientes linfas del placer.
miércoles, 20 de junio de 2012
DEL PUEBLO DE CONCHUCOS Y DE SU COMUNIDAD
consideración
de que en Ancash (Conchucos) se diera el contraste de existir núcleos
campesinos atrasadísimos y que evolucionaran en diez años hasta formar una
comunidad cooperativa modelo, de un lado, y de otro, de que comunidades
campesinas prósperas hubieran evolucionado hasta el extremo de desaparecer como
núcleos agrarios para alistarse en las fábricas en algunos casos y en otros
sencillamente se hubieran extinguido por la expansión de las haciendas, del
urbanismo, ausentismo o éxodo, nos ha determinado hacer la investigación
histórica de aquellos cambios.
Lo
importante es encontrar los elementos que cambian. Sabemos que los cambios
culturales son consecuencia de los desplazamientos de población, más bien que
de los desarrollos evolucionarios, que es “la simple conducta del movimiento de
la sociedad generada por la integración cotidiana de los hombres, la revolución
es el resultado de maduración de las condiciones de desarrollo de cada
formación social”.
Este
libro serä presentado en el pueblo de Conchucos el dia del Campesino por el
Magister Plighio Hidalgo Gonzales y la periodista Elky Cärdenas, en el
marco de estas festividades comunales.
OTROS
LIBROS QUE SE PRESENTARAN SON EL SEGUNDO TOMO DE LAS MEMORIAS DE JULIO OLIVERA
Y SU FLORILEGIO PERFUMES DE MADRESELVA
Asistimos
en estos días a la Fiesta
conmemorativa del hecho histórico expuesto. Magdalena del Mar, cumple mas
de un siglo de existencia y los cumple en un ambiente nuevo, pero no
distinto del que presidió lo esencial de su existencia en los años
transcurridos. Magdalena es una ciudad con alma, no es una simple agregación democrática;
representa una fase inconfundible de la historia del Perú, en su historia
local.
Mi
humilde contribución al glorioso Pueblo de Magdalena, en este Ensayo deben pues aceptarlo como tal.
Asi
mismo en este segundo tomo inserto un estudio sobre el TABACO en America.
Rodrigo de Xeres y Luis de Torres, comisionados por Colón partieron
de Guanahaní (San Salvador) para explorar tierra firme en 1492, internándose en
la selva centroamericana. Pudieron mirar un espectáculo nunca antes
contemplado, que los nativos de la isla sorbían fuego y arrojaban humo por la
boca y la nariz, sin causarles malestar alguno aparentemente. Los indígenas
llamaban a esta planta “Cojiva” o “Cohiva”, y los indios de América
Septentrional lo llamaban “Petum”.
En el Perú lo llamaban “Sayri”. En Martinea y “Yetl” al Norte del
Brasil. Los aborígenes de las Islas occidentales la llamaban “Yoli” y “Shayli”
en varias comunidades del Norte de Ancash.
El nombre de tabaco provendría según unos del instrumento en forma
de “Y” que los nativos cubanos utilizaban para embriagarse con las exhalaciones
del humo. Este aparato fue conocido por los españoles con el nombre de
“tabaco”. Posiblemente su nombre se le deba a la provincia de Tabasco, lugar de
la Nueva España
y no al de la isla Tabago de las Antillas como pretenden algunos autores.
Los nativos americanos en su mayor parte fumaban
cigarros envueltos en hojas de maíz o de palmera, demás de usarlo en puros, en
pipas, masticado y en forma de rapé como notaremos en el cuadro tentativo de
secuencias ecológicas.
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