jueves, 4 de febrero de 2010

Arce Vidal Trujillo Quezada


Doctor Honoris Causa de la Universidad de Utha
de los Estados Unidos de Norte América, galardonado
Con muchos premios y condecoraciones en el mundo
Se hace presente para dirigir una Región en el Perú

Por Julio Olivera Oré
Un escenario tan exultante y próvido como es la sierra de Ancash, no podía ser menos que la cuna de una gran cultura. El embeleso que produce la admiración de sus maravillas suscita el ejercicio de la mente y, es fuente emotiva de riquísimos matices.

Pues hablemos de nuestro invitado Doctor. Arce Trujillo, que en el desarrollo de su vida personal y profesional, siempre se ha distinguido por la práctica de valores, especialmente por los de solidaridad y servicio a los demás, constituye un verdadero ejemplo de liderazgo gerencial y excelencia en todos sus actos y, con su labor viene contribuyendo al fortalecimiento del trabajo y la cultura y el valor de la peruanidad. Por tal motivo ha sido distinguido por muchas Instiruciones nacionales y extranjeras, en mérito a estas actividades y ha sido incorporado como Miembro Honorario.

Al lado de su esposa señora Domitila Gerónimo ha levantado su imperio con esfuerzo y honradez. Es Ejecutivo de la Rena Ware Internacional desde 1973 hasta llegar a ser Ejecutivo Premiun, cargo mas alto otorgado por la Empresa.

En su terruño de Bella Vista de Sihuaz en el Departamento de Ancash, ha construido hoteles y carreteras con su peculio y ha construido restaurantes y complejos turísticos, como el Anden de Los Olivos, en Lima, con mas de 100 trabajadores. Es gestor de multiples proyectos en Ancash y en el Perú.

Ha recibido 38 premios por ser el Mejor de Mundo en la Empresa Rena Ware, Diez Placas del Millón de Dolares, otorgadas por la misma -. Condecorado también por su labor con Medallas de Oro, por el Club Ancash)Palma de Olivo, del cual es su Presidente. Recibe un Doctorado Honoris Causa de la Univ ersidad de Utha y la Medalla M;adre Tereza de Calcuta, Premio Nobel de la Paz, por todos estos merecimientos, no nos olvidemos de alabar este empeño y esfuerzo constante que con sus 2,800 trabajadosres a su cargo viene realizando.

Los aluviones y ventisqueros,en la zona de Ancash, los animales salvajes, las hordas guerreras y la insalubridad de las tierras cálidas obligaron al hombre a morar en las cumbres. Alguna que otra campiña ofreció su riqueza y el contrafuerte andino para su seguridad.

Y surgió La Gran Región Chavin,. Por encima, del nevado de Cahuish ofrecía su pedestal a los cóndores y al pie de las vegas de San Marcos y Pomachaca rondaba el jaguar. Y mito y divinidad se dieron cita en un templo que desafía la eternidad. Un cielo amplio y especular, sobre el que el cóndor hace acrobacias y da a la fantasía vuelos raudados, una campiña munificente que avanza a la Selva cada vez más sortílega dieron su tónica a la cultura. Y la laguna de Querocoha pulcra y soñadora hecha de rocíos crepusculares y de espejismos de aurora guarda la leyenda de hombres gigantes nacidos de sus aguas.

A lo largo de toda la cordillera las lagunas señorean y dieron a surgir a una y otra estribación a pobladores afines, Chiquián y Aija al pie de Conococha, Chavín y Recuay a uno y otro lado de Querococha, Huaraz al pie de las lagunas de Tullpa-raju, Mancaruri, Cojup, Colotacocha y Taurapampa; Caraz y Chacas a uno y otro lado de Aquia-cocha; Yungay y Yanama a uno y otro lado de Llanganuco; Caraz y Pomabamba a uno y otro lado de Parón y Yuracocha; Corongo al pie de la laguna de Acuán; Tauca y Llapo al pie de las lagunas de Tuctubamba y Vicos; Cabana,Bolognesi, Huandoval y Pallasca al pie de las ocho lagunas de Pusacocha. A los pobladores vecinos de estas lagunas se les llamó “Cocha-runacunas” o “Cochacunas”, con arreglo a la semántica del lenguaje y a la naturaleza que designa o nombra según la filogenia del idioma. Los españoles foráneos a la fonética quechua los llamaron “Conchucos”y con este nombre se ha dado a conocer la nación pre-incaica que tuvo por capital Chavín.

“Huarica”, ruinas pre-incas que quedan a la cabecera del río Manta en Cuzca, provincial de Corongo, es una cumbre por donde asoma el sol; las antiguas poblaciones, como Querobamba, Hualla y Churtay lo dieron a llamar así por la aurora por allí anuncia el día para toda la región. Igual aconteció en el Callejón de Huaylas. “Huari”, es el oriente por donde amanece. Más tarde el mito y la leyenda hacen su obra y estructuran la abstracción del vocablo y la palabra “huari” llegó a significar lo primitivo, lo oriundo, es decir que de sus cumbres irradia la cultura (Huamán Poma). En efecto Chavín en Huari, Pumacayán en Huaraz, Yayno en Pomabamba, Churtay en Corongo, Pashash en Cabana, Pambagua en Pallasca, Taule en Conchucos son los centros custodios de la cultura.

Todas estas poblaciones se establecieron a una altura superior a los 3 mil metros, desde allí incursionaban a las partes templadas donde el maíz y la papa se dan ubérrimos. A` esta zona intermedia entre la puna y las tierras cálidas o yungas se les llamó “quichua”, vocablo que ahora mismo sirve para denominar en Ancash a las zonas templadas. En estas regiones la agricultura por rezones de medio y ambiente se desenvolvió a tal grado que no hubo palmo de terreno donde no llegara la industria del hombre y cuando faltó se hicieron andenerías o “patas” para sostener la tierra en los repechos y contrafuertes andinos. Para su comprobación bastan las andenerías de Uruchán y Cobamires en la provincial de Corongo, que suben a las cumbres de Guashgo en una extensión de más de15 kilómetros.

Este proceso de aclimatación del hombre y tecnificación de la industria generó un sentimiento religioso por la tierra generosa y un amor entrañable que culminó con su apego, a tal grado que estas tierras labradas pasaban al “ayllu”, es decir a la familia, mientras que las de la puna conservaban el carácter comunitario.

Aquella afición de conocimiento y recreo que es el turismo va creando una disciplina científica de enrumbamiento. Las estampas más bellas de la naturaleza van desfilando ante el atónito e impaciente observador y el empeño de perseguir las rutas de belleza conduce a una mística: el montañismo. Es decir el paisaje de las cumbres como fuente de belleza y como deporte que retempla el espíritu de dominio del hombre. La ascensión de los cerros escarpados o de las cumbres nevadas, desafiando todos los peligros inherentes, no solo es cuestión de fortaleza física, sino y, esencialmente, obra de espíritus fuertes y valerosos.

Labor noble que desempeña Arce Trujillo en este campo del turismo debe ser imitada. Toda altura es fascinante; pero la altura que se ha conquistado escalándola a golpe de duras jornadas y desafiando riesgos y peligros es más que eso: es sublime. El hombre desligado de las preocupaciones cuotidianas se eleva y parece desmaterializarse. El panorama circundante lo transporta y transfigure. En estas regiones el espíritu goza de plenitud y contempla embelezado los primores de la naturaleza. Nada empaña su visión y su emoción. Desde su plataforma de granito o nieve se siente más cerca del cielo que de la tierra y su espíritu está más presto al ensueño angélico que proclive a la sensualidad.

Es así como el paisaje es el atractivo no solo ya de los artistas, sino también la inquietud de todos los espíritus sensibles . De aquí la necesidad de las rutas del paisaje.

Pero el turismo va más allá tiene una preocupación folklórica y por consiguiente su radio de acción precisa de un escenario más amplio. La naturaleza obra portentos en nuestro ser. Así como el sol le comunica su energía-irremplazable por la electricidad-las Fuentes de la belleza del universo le prestan su influjo y revitalización.

El turismo según Arce, amplía la facultad de la imaginación con la visión de los múltiples motivos e imágenes que le ofrece la naturaleza . es decir que refuerza la mente y lo conforta. En cambio el sedentarismo enerva, porque estrecha y reduce el horizonte del hombre y le obliga a sumergirse en el ensueño que lo diluye y debilita.

El sedentarismo propicia la vida laxa y muelle y la sensualidad, el extravío y la fantasía o un pensamiento egoísta son ligaduras que atan y menguan la naturaleza del hombre. La concupiscencia, los malos deseos mórbidos generan malos pensamientos y los malos pensamientos envenenan el espíritu y lo depravan hasta la morbosidad. La impureza de la mente frecuentemente pervierte y empequeñece y concluye con manifestaciones externas o deformaciones de carácter patológico; otras veces son factores decisivos de la indolencia, de la cobardía, de la ira y de la irritabilidad que no pocas veces interfieren la función de un órgano sino que producen hasta intoxicaciones, atrofias y extravíos. De aquí la necesidad de una higiene mental que tienda a disminuir las anomalías de la vida síquica como la morbosidad o la neurosis, la toxicomanía o simplemente la nerviosidad o las perversiones o extravíos de la mente y de la fantasía. Entre nosotros, por de pronto, el deporte y el andinismo logran la armonía y la belleza del cuerpo, el equilibrio de las funciones orgánicas y como consecuencia un bienestar espiritual plácido. Bienestar que tiene influencia regeneradora, que exalta y tonifica la vida orgánica y anímica y, que como exquisito cordial ofrece sus galas de primavera y su frescura de arroyo.

Todo hombre tiene un ideal y una cima de referencia espiritual que escalar. La ascensión a ellos es intentada y perseguida a diario. Las etapas de la ruta son difíciles, pero la fuerza del carácter logra Alturas que estimulan. Las caídas y pérdidas del sendero enseñan y aleccionan. Esta ascensión espiritual llena de ilusiones y privaciones es igual a la ascensión de las montañas. El andinista que tiene por delante una cumbre se llena de emoción y fascinación. La altura lo atrae. Y empieza la ascensión con alegría y denuedo. Para él las asperezas y anfractuosidades de la ruta son sus estampas de belleza inapreciable. En este deporte pone el hombre su energía para vencer la pesada ascensión, su destreza y cautela para eludir sorpresas en las encañadas o las resquebraduras de las superficies nevadas. El viento, las avalanchas, las tempestades y los espejismos exigen del andinista conocimientos y recursos precisos. De la eficacia de ellos depende su vida y la de sus compañeros. No es que la naturaleza le tienda un lazo con la maravilla de su resplandor, es el andinista que se atreve ingresar a un escenario en el que los fenómenos geológicos y metereológicos están en plena ebullición. De aquí que el andinista por fuerza logre su percepción viva e instantánea, una claridad mental inmediata, una osadía sin temeridad, una rectitud y honradez a toda prueba.

El andinismo como deporte tiene un valor físico y moral preponderante. La locomoción es practica en pleno aire y pone en juego todo el cuerpo. Las piernas desempeñan el rol principal, ya que toda la actividad vital y orgánica del hombre radical en ellas. Cuando a éstas le faltan el vigor y la agilidad se viene el desequilibrio. Las piernas son como las columnas de un edificio.

Cuando se camina, como camina Arce Trujillo, todo el cuerpo se pone en movimiento; cuando se corre son los pulmones que entran en acción y cuando se salta o escala es el corazón que entra en juego. La marcha, la carrera, el salto o la ascensión son actividades desinteresadas. Su práctica tiene la emoción de un sentimiento de delectación y de arte. En cada hazaña el hombre jalona un galardón y estructura una obra bella. Una indefinible emoción le acicatea, le impele a la altura como si la sugestión y fuerza de una vorágine obraran de consuelo. Como una de las compensaciones más nobles tiene el andinista el escenario de la cima nívea o del granito e enhiesto y la magnífica perspectiva del horizonte y del panorama. Las estampas de hielo ofrecen el deliquio de su proximidad y el paisaje su visión colosal. El hombre asienta sus plantas en el cristal virgen e impoluto del nevado y su silueta recorta en el azul purísimo del cielo la semblanza de un monumento. Desde la cima eminente ve que el sol se abre bajo sus pies y que le baña su luminosidad; en las alboradas se reviste de escarlata y en las tardes de púrpura. Y mientras la Mirada absorbe el encantador poema del infinito su pensamiento lo transporta a regiones aún más elevadas donde filtros y ambrosías misteriosas obraran el poder de revitalizarlo. Es el milagro del éxtasis que logra desligar al alma del cuerpo y del tiempo para anegarlo en el encanto de un ensueño arrobador y purificador. Es el reino del silencio que el hombre ha conquistador y que por paradoja le da a sentir el estremecimiento de los crepúsculos., la melodía de las noches, la disgregación de las moléculas y la resonancia de su ser. Este excelso reino de las cumbres es solo para los esforzados; los pusilánimes y concupiscentes jamás podrán alcanzarlo, ni siquiera con la mente, porque el disipado que se revuelve en ensueños mórbidos y lúbricos es incapaz de elevar su pensamiento hasta la altura de las ideas puras, altruistas y desinteresadas.

El andinismo y el turismo se inician en Ancash en 1903 con el escalamiento del “Huascarán” y el paso de uatsán´por el ingles .. Eock. En 1904 la Americana Annie S.Peck en forma espectacular hizo la ascensión al ”Huascán” y finalmente tuvo su auge con las misiones alemanas de 1932 a 1940 que propiciaran H. Kinzl, R. Scheider y Ph. Borchers. El éxito y la trascendencia de estas expediciones que culminara con la publicación de “La Cordillera Blanca” ha constituido el esfuerzo mayor logrado para divulgar las bellezas de la cordillera Nevada y estimular el deporte del andinismo. Desde entonces las montañas de Ancash son la meta del turismo peruano y para facilitar la práctica de tan edificante deporte se han organizado clubes de andinismo y establecido refugios como los de Legiacocha, Yshinca, Tullparaju, Pastoruri y Llanganuco

Por todas estas razones, aplaudamos los méritos de este ancashino, digno, amplio. Sin espasmos, de una cordialidad pura, sincera y cordial afecto, que es un orgullo para todo peruano y especial para un paisano.

Julio Olivera Oré

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