martes, 13 de octubre de 2009

Mito de Yunkay

Creación de la Campiña de Yungay

Huiracocha- el hacedor- fue también un artista inspirado, creó las praderas de Huambo y Wansacay con los tesoros mas ricos de la naturaleza. La fragancia que emanaba las flores flotaban en el espacio, perfumando las nubes y condenándose en una laguna. Así se formó "Llanganuco", que más tarde habría que remozarse con los miríficos destellos del sol y el cromatismo espectacular del nevado. De esta laguna salió : Huariscarán", para disfrutar de la belleza de la campiña.

En aquel paraiso "Huariscarán", vivía como embriagado por el encanto del paisaje. Poco a poco se dio cuenta de que no era suficiente la maravilla del lugar y que la felicidad no compartida no es placentera. Envidiaba a las tórtolas que vivían emparejadas y que en sus caricias unas a otras volcaban su dicha y se transmutaban..Se sentía nostálgico y meláncolico, la rebosante hermosura del valle, le sumía cada vez mas en honda tristeza, hasta que dormido al pie de un quinual, tuvo un sueño milagroso, aquella hada misteriosa que poblaba su imaginación le pareció tenerla adelante. En efecto al despertar tuvo la sorpresa de advertir que a su lado de una guirnalda de flores iba saliendo el hada de sus sueños para transformarse en la mujer ideal largamente esperada. "Huiracocha", le había enviado dentro de aquella guirnalda luego de haberla sacado de la laguna de Llanganuco en momento en que una estrella al caer a sus aguas diera a surgir volutas de vapor argentado, para convertirse en una criatura inefable.


"Yunkay", que así se llamaba el milagro, fuera una fragancia de flor y de melodías cósmicas. Todo el perfume de los prados y la esbeltez de los lirios dieron a "Yunkay" aquella su figura de ángel odiada. La pareja se refundió en el torbellino del paisaje y el idilio virgiliano tuvo notas efusivas. No hubo lugar apacible que no hubiera sido testigo de aquel romance. Las flores le envidiaban y las aves trataban de imitarlos. Y allí donde la pareja se habia arrullado, crecían las dalias y las margaritas para marcar el itinerario del amor, y en las cimeras de las frondas, los mirlos aposentaban sus nidos para cantar la ventura de aquellos amantes.

"Huariscarán" fuera tanto un apuesto y fornido varón, como experto un gladiador. Se abría paso por entre montañas y abismos y la pradera le ofrecía el encanto de su fronda. "Yunkay", a la par que era una hermosura real era una belleza etérea y luminosa. Tenía de las flores su lozanía y tersidad, la melodía de la música del campo, el arrebol celestial del firmamento y un halo de luz que la hacía reverberante. Era una gota de perla diluida en la fragancia de las rosas y cristalizada por el sol en el cáliz de una retama. La diáfana envoltura del cutis terso, daba a admirar un cuerpo traslúcido y la arrogancia procer de sus formas se dulcificaban con aquella su delicada sensibilidad que la hacían lilial y sublime.


Ante aquella extraordinaria belleza "Huariscarán" se olvidó de Huiracocha y se dio a adorar a "Yunkay", con idolatría. El castigo no se hizo esperar, "Huariscarán" fue convertido en una cumbre nevada y "Yunkay" fue disuelta y convertida en una campiña.

Desde entonces comenzó la disputa entre el Sol y el Huascarán por aquella maravilla, el sol cegado por los celos podía secar el nevado; el Huascarán en sus arrebatos podia obnubilar al Sol. Uno y otro podían como en pasadas represalias, desencadenar huaicos y terremotos.

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