Un hombre como Alberto Carrión Vergara tiene un ideal y una cima de referencia espiritual que escalar
Por: Julio Olivera Oré
El hombre y el escenario: aquél ahíto, el otro fecundo en sugestiones. El hombre en plena cogitación y emoción y el escenario en plena ebullición y vibración.
De Conococha al Cañón del pato dos franjas de paisajes se extienden a ambos lados del río Santa y culminan de un lado en la línea Nevada de la Cordillera Blanca y del otro en las cumbres de la Negra, delineando un espléndido escenario, rico en estampas melódicas y multicolores y fuente de emociones extraordinarias.
La Cordillera Blanca con su límite irreal y la Cordillera Negra con su cresta decorada por la patina de los siglos logran horizontes magníficos, prístina la una y con una diafanidad exacerbante e infinita, y la otra cargada de relieve y misterio.
En Este escenario nace don Alberto Carrión Vergara y, es aquí donde ambos lados la evolución y despliegue de la superficie, su anfractuosidad y movilidad, la oposición de abismo y cumbre, la contraposición de la estática y dinámica consternan y suspenden al espíritu. La montaña granítica con su enmarañado acento geométrico ofrece una modalidad dialéctica y arquitectural; en la cumbre argentada la línea del horizonte se confunde y se pierde en el espacio en un afán de perspectivas atmosféricas. Asi nos consterna su desaprición este mes de Mayo, recordando el alud del año 70 y el levantamiento de la ciudad o la reconstrucción de la misma por este generoso galeno yungaino.
Un hombre como Alberto Carrión tiene un ideal y una cima de referencia espiritual que escalar. La ascensión a ellos es intentada y perseguida a diario. Las etapas de la ruta son difíciles, pero la fuerza del carácter logra Alturas que estimulan. Las caídas y pérdidas del sendero enseñan y aleccionan. Esta ascensión espiritual del doctor Carrión Vergara nos llena de ilusiones y privaciones es igual a la ascensión de las montañas. El andinista que tiene por delante una cumbre se llena de emoción y fascinación. La altura lo atrae. Y empieza la ascensión con alegría y denuedo. Para él las asperezas y anfractuosidades de la ruta son sus estampas de belleza inapreciable. En este afán el médico y el hombre de terruño pone su energía para vencer la pesada ascensión, su destreza y cautela para eludir sorpresas en las encañadas o las resquebraduras de las superficies nevadas o ya en el bisturí para modelar estéticas de ilusión El viento, las avalanchas, las tempestades y los espejismos exigen de Carrión con conocimientos y recursos precisos. De la eficacia de ellos depende su vida y la de sus pacientes la destreza de su mano. No es que la naturaleza le tienda un lazo con la maravilla de su resplandor, es el hombre que se atreve ingresar a un escenario en el que los fenómenos geológicos y metereológicos y humanos están en plena ebullición. De aquí que él por fuerza logre su percepción viva e instantánea, una claridad mental inmediata, una osadía sin temeridad, una rectitud y honradez a toda prueba.
Igual técnica es empleada en la cirugía plástica y la pintura costumbrista.. La aldea solitaria, la humilde choza indígena, la milenaria ruina arqueológica, son orientados en la misma perspectiva; solo cuando el artista ha querido circunscribir su paleta a cosas aisladas y concretas prescinde del nevado y del cielo, pero entonces el espacio y el fondo del cuadro se sumergen en la verde tonalidad de la naturaleza, en aquel verde musical que partiendo de los jardines y praderas hacen historia en las ruinas incaicas y pátina en los musgos de las cumbres andinas, asi Verfara pone el arte de la b elleza en sus manos para cristalizar la inmortalidad de su cirugia. Lo demuestra en los Congresos Interamericanos de Cirujanos Plásticos en la Habana y en Eiropa y los Estados Unidos de Norte América. Igualmente el Perú le debe la Primera Presidencia de Cirujanos Plásticos.
Descansa en paz hermano Alberto
Julio Olivera Oré
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