lunes, 26 de abril de 2010

Cesar Vallejo

ASOCIACION INTERNACIONAL DE ESCRITORES INTELCTUALES Y ARTISTAS ATENEO ANDINO

FEDERACION DE ESCRITORES DEL PERU (FESP)

BODAS DE PLATA

(1985 – 2010)

ASOCIACION NACIONAL DE ESCRITOTORES, ARTISTAS E INTELECTUALES DEL PERU (ANEA)

COLABORACION ESPECIAL PARA : “La Revista HOyC”

ANECDOTARIOINEDITO DE ABRAHM

CESAR VALLEJO

Escriben: Plighio Hidalgo Gonzales y Julio Olivera Oré.

Plighio Hidalgo Gonzales
Escritor: Luchador Social, Catedrático Investigador y Presidente de la Asociación Internacional de Escritores, Intelectuales y Artistas.

ATENEO ANDINO, primer Vicepresidente de la federación de Escritores del Perú, Secretario General de la Asociación Nacional de Escritores Artistas e Intelectuales del Perú.

Julio Olivera Oré. laureado escritor y poeta, Candidato al Premio Nobel de Literatura a la Corona del Reino de Suecia

En las tabernas Vallejo no decaía su señorío. En sus manos las copas eran como cálices sagrados que habían de apurarse con reverencia. No contaba en sus ritos las maneras frívolas; y jamás descendió a la vulgaridad. Manipulaba las botellas y las copas como un artista.

Era el caballero cruzado de las bares y cantinas donde acudía abrevar la dosis diaria de fantasía que le era menester. Su fortaleza física al principio le salvó de las escenas ridículas de los borrachos. Nunca perdió el equilibrio. Fue el catador más destacado y también el feligrés más constante del vino. Con que fruición escanciaba el tinto y con que elegancia lo brindaba, parecía que apurara rubíes o carbúnculos líquidos.

La pródiga naturaleza ha otorgado sus mejores galas a la mujer del "Pallasca". Hermosa como un bouquet de lirios, tiene de la aurora su tinte rosa y del sol el oro mate de su brillo. La atmósfera le presta su tersidad y ensoñación y la campiña su refinamiento y elegancia. Esta mujer tiene de lo extraordinario que deslumbra y de lo bello lo que hace soñar. Sencilla como una flor de jazmín o cristalina como una gota de agua en el númen de los bardos y el tormento de los enamorados, era Litta,o mas conocida como la Rita de junco o capuli la dulcinea de Vallejo por su andar en Cabana, Lacabamba y Shullugay.

Amar a Litta en este edén es gozar del placer de la felicidad; llevar en el alma la melodía de su afecto, sentir el efluvio de su belleza y el embrujo de sus caricias, comprobar que la realidad supera a la fantasía y que el transporte del espíritu es un estado natural, es una gracia y un portento y también algo así como un tesoro que habrá de enriquecer toda una existencia.

En la arcaica escultura griega los dioses sonreían: era el atributo de la divinidad. En la mujer de Cabana no hay sonrisa sin mirada embelesada, ni mirada enamorada sin sonrisa angelical. Esta sonrisa es una efusión del ser, la imagen del alma o la sinfonía de sus más íntimos anhelos. Nada más bello ni más delicado que una sonrisa. Quien la da se sublima, quien la recibe se embriaga de felicidad.

El poder de la sonrisa es aquí inconmensurable. De la música tiene lo exquisito y extraordinario del preludio; pero más que de la música la sonrisa tiene aquí en los labios partituras de ósculos que ningún ser humano ha podido instrumentar. De la pintura tiene los tonos de arrebol que enternecen; pero más que de la pintura la sonrisa tiene aquí en las mejillas la sonrosada emoción de una ilusión que ningún pincel ha podido captar.. De la escultura tiene la pureza emotiva de sus líneas; pero más que de la escultura la sonrisa tiene aquí la dulzura enigmática del movimiento. De la literatura tiene el poder de la elocuencia; pero más que de la literatura la sonrisa tiene el sortilegio de un lenguaje que arrulla y deleita. Aquí una mirada penetra como un lampo de luz y dice endechas hasta en los arcanos del alma. Es el coloquio de los ángeles y el verbo de los dioses. Una mirada y una sonrisa que se cruzan forjan más poemas que todos los recursos de la orfebrería literaria.

Aquí en el punto de encuentro de dos miradas las almas comulgan mientras las sonrisas orquestan himnos nupciales. Aquí la sonrisa es el boceto de alguna flor que se nos ha abierto en el corazón o la luz de alguna ilusión que ha despertado en el alma. Aquí el sino del ser está en una sonrisa: prodigada ella el destino de los corazones esta sellado. Es que la sonrisa es la balada del ensueño y la entelequia del amor.

Litta fue en la vida de Vallejo una melodía más o una canción más. Buscó en ellas los matices de la belleza; de algunas tomó el garbo y la sonrisa, de otras acaso sólo la mirada o la música de su voz o bien la dulzura de la fisonomía. Jamás supo cuantas fueron sus amadas. De cada jolgorio salía con dos o más citas amorosas. Nunca hizo ostentación de su fortuna de galán.. Sus amantes le adoraron desde la veneración religiosa hasta la idolatría.

I. PELEA DE GALLOS

Corrían los primeros días del mes de los escritores de 1908 y radica en Wamachuko, donde cursaba el Tercer Año de Secundaria; vivía en la calle Balta Nº 2 (Calle Lora Nº 18) del Barrio de Cinco Esquinas, en casa de doña Dolores Galarreta. “Cesar, era alto, flaco, trigueño. Elegante; siempre usaba bastón, el que lo abandonaba para jugar a las bolitas con los niños”, nos refería en 1974, El Poeta de la Libertad, Néstor Gastañadui. Diariamente le gustaba repasar sus temas a las orillas del rio que tronante y encantador desliza sus aguas transparentes y puras por las casas cercanas, desde los enormes picachos nevados del Waylilas, que según la actriz y profesora Eda Flor Ccorahuara Pinares, formaba parte de la Cordillera Blanca, hasta finales del siglo XIX.

Genaro Gastañadui, que era condiscípulo del mismo salón y año le hacia competencia desgranando extraordinaria y hábilmente rimbombantes versos versallescos de corte modernista, para publicarlos en el periódico mural del Centenario Colegio San Nicolás, o para hacerlos circular en manuscritos, como era costumbre de la época, entre las mas conspicuas personalidades y de los protegidos de las misas de famosa provincia.

Una mañana Genaro publico un magistral soneto, al viejo cuño de Lope de Vega, Calderón de la Barca, El Marques de Santillana, Francisco de Castillejo, o Luis de Góngora y Argote, el que, lógicamente despertó naturales celos artísticos en el Ilustre hijo de Santiago de Chuco, Abraham Cesar Vallejo (1) quien demostrando destrezas en el cortante estilo irónico volteriano, hábilmente, también versifico:
“Mi condiscípulo Geroche
 que en las ciencias se luce,
 hace gala de derroche con
 la mecha que le puse” (2)

Genaro Gastañadui, lejos de amilanarse ante el aun desconocido genio de la poética mundial, cogió su plectro y reaccionando de la pulla vallejiana, inmediatamente hizo circular la cuarteta en serventesio:
“Santiaguino Machacón,
 mal educado y grosero
llevas en tu imaginación el
 sentirme macho entero” (3)

1. Con este nombre, hemos revisado algunos documentos en el Colegio Nacional “San Nicolás” de Wamachuko, en 1974.
2. Aprovechamos nuestra estadía en Wamachuko para entrevistar al famoso poeta Néstor Gastañadui, hermano menor de Santiago y Genaro Gastañadui. Él nos refirió que jugaba a las bolitas con Cesar y que había guardado celosamente este dialogo poético.
3. Ibdm.

II. EL AMOR INCOGNITO DE VALLEJO

REPUTADOS POETAS VALLEJIANOS, como Néstor Gastañadui, Demócrito Jara Ampuero, Teófilo Porturas, Alipio Villavicencio, Emilio Calixtro, Ezequiel de la Vega, Rómulo del Carpio, Fernando Hidalgo la Torre, Víctor H. Acosta, Juan Espejo Asturrizaga, Atilio Ore Lara, Félix Reyes Olivos, Darío Chávez de Paz, Oswaldo Espinoza Vivar, Nicanor Paredes Vasallo(4), todos ellos integrantes de la GENERACION PELAGATOS, conjuntamente con Alberto Sifuentes López, Enrique Vásquez Sifuentes, Ciro Manrique Moreno, Roberto Reyes Jaramillo, Máximo Pantoja Contreras, Danilo Sánchez Lihon, Cesar Acosta Robles, José Sifuentes Reyes, Carlos Vivar Fernández, Arnuldo Moreno Ravelo, Enrique Sifuentes Reyes y Rómulo Vela Villalba de la GENERACION CHAMPARÁ y José Cenepa Honores, Ángel Espinoza C. Néstor D’Arrigo, Sergio Quijada Jara y Julio Ramírez de ATENEO ANDINO, conservan celosamente en secreto que “una bella dama de la aristocracia limeña de nombre anónimo” quien se había enamorado perdidamente del poeta del Dolor Humano, decidió entregarse a Cesar para tener de el un vástago, pero con una sola condición que la cita se realizara en una lujosa mansión miraflorina, por la noche y a oscuras, pacto que con mucha discreción fue aceptada por Vallejo, poco después declaro “haber vivido aquella coche primaveral en el Edén, al lado de una doncella que la hizo inmensamente feliz, brindándole su amor sin barreras”. Era el año 1918, cuando a la sazón era estudiante de Letras e la Universidad Decana de América, que a la fecha esta cumpliendo 459 años.

III. VALLEJO EN PALLASKA

LOS HERALDOS NEGROS
Invitado por un amigo lakabambino, viajo a la fiesta de San Antonio de Abad el 17 de Junio de 1916, Cesar Vallejo, formidable sorpresa experimento en el arte de las Musas y la Gracias olímpicas, al conocer y admirar a Grimaldina Pardo, quien era, fina y delicada tal La Achirana del Inka Pachacutec y encantadora y atrayente como su “andina y dulce Rita de junco y capulí”. Los presuntuosos pallaskinos, que la admiraron

4. Poeta vallejiano, nacido en Konchukos en 1948. Brillante profesor villarealino, discípulo predilecto de Haya de la Torre, quien lo considero como uno de los jóvenes de más talento en Indoamerica, eligiéndolo como dirigente en 1969.

platónicamente el notarla plagada de bellos encantados la apodaron con mucho ingenio “HERALDOS NEGROS”, porque era una damisela de lozano y terso cutis blanco, aterciopelado en que resaltan dos hermosos ojos negros como el azabache del diamante y de labios humectantes, finos, tersos y de color carmesí”, lógicamente que Abraham Cesar Vallejo perdió la cabeza por ella a quien tributo un amor imposible y tal ves al no ser correspondido escribió en 1918 su primer libro: “LOS HERALDOS NEGROS”. Probablemente, pasando por la Villa de Pampas, los nevados de Pelagatos, Wachumachay, Rosko Grande y Rosko Chico, en las cercanías de las ocho lagunas de Pusakocha al descubrir numerosas minas, concibió su novela TUNGSTENO, en los centros mineros de Kiruvilka y Tambores, en la Provincia de Wamachuko.

El reputado Korongino, Doctor Eleodoro Olivera Cortez quien fuera amigo del poeta, sostiene que “Cesar llego a la Ciudad de Pallaska siguiendo a la chupa barrio, paisana de Andrés Gavancho, o quizá con el propósito de visitar la tumba de si abuelo Rvdo. Padre José Ruffo Vallejo, quien se encuentra enterrado en las catacumbas del precioso templo. El doctor Emilio Encarnación Gabriel, por su parte, afirma: que “el poeta estuvo en Wandoval, pueblo pallaskino al que llego a caballo, en medio del aguacero cordillerano, con sombrero alón, poncho de vikuña y sobre el un poncho de aguas”; ambos, notables abogados, fueron Jueces de la Provincia de Pallaska. (5)
5. Olivera Cortez fue Juez de Primera Instancia cuando Pallaska y Korongo, estaban unidas en una misma provincia, Llegó a ser Vocal y Presidente de la Corte hasta por tres veces consecutivas. En Lima Ascesor Presidencial y miembro de Prestigiosas Ordenes Judiciales y de Reforma. Miembro del Consejo Nacional de la Magistratura del Perú

jueves, 22 de abril de 2010

A Proposito De Los Heraldos Negros En El Dia De Las Letras Peruanas

Homenaje al Laureado poeta César Vallejo
Julio Olivera Oré
"Estos Cuentos Andinos" nacen en el umbral de la ilusión, como la ansiedad de los buscadores de fortuna, tal vez como un himno al esfuerzo que se abre en un río atronador y un breñal de rocas milenarias como es el “Callejón de Huaylas “ y otros pueblos, enclavados en las cumbres de Ancash, de una parte del Perú, en homenaje al Laureado poeta César Vallejos.

Tal vez sea un inventario estético del paisaje natural que como los ríos ganarían tantas palmas con solo dar a admitir la carga de oro que brilla y navega en la corriente.

Legendaria y novelesca esta zona en el que el sabor bucólico del campo es poético y sortílega y hechicera la campiña, ha instado y gestado estos cuentos y leyendas como epopeya de amor, paisaje conspícuo de altura, para engalanar el arte y saciar la fantasía.

El rapto
Legendaria es la fama de Tambamba, escenario ensoñador del paisaje, olímpico parnaso de los bates y templo de cupido en Pallasca, riñó allí un antecesor del príncipe Apu Pomachaico con el cacique Atun Osco y se quedó con la bella Llullu Urpe, princesa de marca Huamachuco, hermosura primaveral que en peregrinaje idílico acampara en Tambamba para pasar a Cuyubamba a prestar juramento de amor.

Mucho antes el emperador Huayna Capac cayó en Tambamba cautivo en los brazos de una ñusta del lugar, de este idilio real, nació el inca Apallasca Vilca Yupanqui Tukihuaraca, ahijado de don Francisco Pizarro y padre de Apu Pumachaico; Huayna Capac y Apu Pumachaico, hicieron un edén en Tambamba, las flores más bonitas y exóticas y los nidos de las avecillas más hermosas engalanaron el escenario, y las parejas enamoradas hallaron allí un lugar furtivo para la aventura amorosa, desde entonces Tambamba era el recinto del amor, cuando Gualbina sintió la curiosidad de conocer el paraje era porque le acosaba su radiante juventud.

En Pallasca, una guitarra y un revólver tenían igual o mayor valor que el arte de amar de Ovidio, uno y otro debería tener todo buen pallasquino, y mientras la melodía de las guitarras edulcoraba la campiña los tiros de un revolver hacían caer una estrella, y aquella dulce y tierna doncella fue codiciada por los galanes que merodeaban en los contornos.

Por las noches la casa de Gualbina fuera asediada por las serenatas de varios grupos de mancebos, laudaban endechas de amor, rivalizaban los cantares y las guitarras y concertinas emitían melodías cautivantes, otros grupos escalaban la morada y abriéndose paso con manoplas y bastones alzaban con Gualbina, por entre un cerco de serenatistas a tiros de pistola y golpes de cachiporra.

Elegías
Conocí el dulce dolor de la ausencia, el valor íntimo de una lágrima, el silencio de la soledad, el oriflama aperlado de las lejanías y la tristeza infinita de la espera, la melancolía, aquella bella flor del recuerdo y la nostalgia, aquella invocación de reclamo....hicieron de mi la vestal de un culto idólatra.

Y adoré más para valorar mejor; por que el bien es más codiciado cuando falta que cuando se tiene, conocí el valor del consuelo, de la ternura, de la esperanza y también sufrí el temor del olvido.

La hermana sor Manuela tuvo en aquél monasterio una piedad infinita para mi, puso costra de goma en mi cara para evitarme las molestias de la admiración, y en el oratorio y la biblioteca me recreaba encontrándote, en el oratorio te adoraba como a un ángel o a un dios y en la lectura de los clásicos encontraba el contacto de tus besos a traves de los versos de san Juan de la Cruz o de sor Teresa de Jesús.

Más tarde rehuí el oratorio y temí profanar el sagrado templo, me horrorizaba el recuerdo de Eloisa y me sentía desfallecer ante las alegorías paganas de las bóvedas e imágenes, que me daban la sensación de que aquellos fáunos y sátiros hubieran de desprenderse para perseguirme.

Huí del confesionario donde el tono de mi voz y la fragancia embriagadora de mi juventud hacía temblar la castidad de aquel venerable sacerdote, me recluí en la celda más tétrica para apagar el incendio de mis cirios y ocultar aquella mi belleza turbadora, y mis sienes en la loza áspera y fría no se serenaron y más bien percibían aquel olor sensual que brota del roce del granito con el pedernal.

Y cuando la soledad comenzaba a seducirme, me anunciaron tu retorno, y aquella flor clorótica del monasterio volvió a tener en tus brazos sus tintes de azucena y su efusión fué la efusión de la primavera y su fragancia el de los azahares en el bouquet de las novias.

Doralisa
El geólogo Morris Scitovsky estudiaba los lavaderos de oro de Maybur, cuando su esposa conoció a Doralisa en aquél su campamento de Shindol, Litta, como así la llamaban a aquella excepcional gacela, era un capullo de dieciséis años, más linda que las flores del vergel y más luminosa que las estrellas, su lejano ancestro europeo se delataba en aquél su tinte de melancolía y nostalgia que hacían de ella una flor exótica.

La campiña exhuverante y próvida había hecho de Litta una mujer especial, alegre, rebosaba en ella la felicidad; en su voz argentada había el trino de las alondras y la ansiedad romántica de las gacelas, en su cara los tintes de perla y capulí le dieron un tono especial y en sus labios exquisitos afloraba la sonrisa como aurora crepuscular, en los hoyuelos de las mejillas se perdían las miradas de los admiradores y el cáliz de su boca siempre en dádiva era una incitación irresistible, el cuerpo grácil era juncal, en el busto los senos llenos, eran ensoñadores y por los flancos una línea sensual encendía el deseo haciendo delirar a los mancebos, pero lo que más embellecía a Litta no eran tanto sus formas impecables, sin aquella su alegría natural y fragancia erótica que hacía de ella una odalisca turbadora..

La mujer de Scitovsky que cobijara a Doralisa fue a pasar con ella una temporada en Cachicadán, en aquellas fuentes termales, Litta conoció a César Vallejo y a Tarnawiesqui, mientras el uno le recitaba endechas el otro hacía tintinear las esterlinas.

En lima en chacra alta, se instalaban los Scitovsky y con ellas Litta, tras las huellas de aquél astro, Vallejo se instaló también en la vecindad, el asedio del uno y la evasiva de la otra mantenían la lírica del romance hasta que en mayo de 1923 Litta decidió asistir a una festividad de Shindol, Vallejo se las compuso para emprender la jornada, Demócrito Brún, amigo de Vallejo y señor feudal de los lares de huarasácape y sus contornos facilitó el hospedaje y la movilidad, y el jolgorio en Shindol fue apoteósico y gloriosa la fiesta.

En las noches la luminaria de la cohetería y en el día los paseos en el campo hacían ensoñador y virgiliana la estadía romántica y novelesca, aquella fiesta marcó época y Litta celebridad, la musa popular cantó a ésta belleza y la bautizó de nuevo con el nombre de "la heraldos negros", y en verdad que aquella Litta, tenía de los heraldos negros el encanto melancólico que sublima y anega en una nostalgia metafísica pero que insta y alienta y "encabrita todas las ansias y todos los motivos".

Años más tarde se casó Litta con un comerciante principal, un señor de la banca capitalina celebró un trueque con el comerciante, pero Litta se rebeló y repudió a su consorte, la zalamería de Litta tenía en ascuas al vecindario, envuelta en un proceso judicial por celos y rivalidades dejó el lugar y llevó su hermosura a otros lares donde su belleza encontró un altar y su vocación romántica el escenario ensoñado para amar y ser amada, no antes deslumbró a la justicia.
Fotografias, cortesia de Nalo Alvarado Balarezo

jueves, 8 de abril de 2010

Hilda Jessica Castillo Arteaga

Por Julio Olivera Oré.
Jessy, nace un día de navidad del año 86 en Huamachuco, donde el paisaje es el poblado airoso o el villorrio humilde, la campiña próvida o el páramo agreste, los ríos ululantes, las lagunas sensitivas, los cerros trenzados y las cumbres nevadas. Su ubicación y, su riqueza lograrán en ella un cielo acogedor, una atmósfera y un horizonte sugestivo, una luz solar y lunar más esplendentes, para su trayectoria en la poesía, la música la pintura y el folklore.

El paisaje revive en Jessy la emoción mágica que la naturaleza impone. Suscita una renovación de emociones en el contacto con la belleza del universo. No es que el paisaje tiene la fuerza vital de comunicar al ser una simpatía y fusión que le da la sensación y emoción de vivir el contacto de la primavera, la armonía del color, la melodía de un ritmo o el halo sutil de los crepúsculos.

El canto de Jessy es la belleza de una estampa o la hermosura de una flor nos transfigura al punto que nos sentimos identificados con el paisaje o anegados de su fragancia. La naturaleza por la ingeniosa obra de sus armonías y vibraciones nos traspasa y penetra tanto que crea un sentido especial de relación que explica la razón de quienes anuncian una tempestad cuando ella no amenazaba o hacia prever por sus apariencias. Tal una modalidad de la presencia o sentimiento mágico de esta princesa nativa de Huamachuco, de cuya evolución son fruto el mito y al mística, que la poesía y la música logran y, alcanzan significarlo en su plena función de relación e identificación.

El paisaje musical de Jessy es fruto de una simbiosis estética. El verdor del prado, el rumor del follaje, la cadencia y el brillo de una cascada, el lago especular, la montaña cuajada de nieve y el sol opulento que esparce la magia de su luz no pueden contemplarse sino en el conjunto armónico en que lo ha dispuesto la naturaleza. Y es entonces que dejamos de percibir las cosas aisladas para concebir o sentirlas en relación. Este concierto y armonía no se habría logrado de otra manera.

Su talento y su arte sin innatos, ya dejó huella profunda en su vida, ya en el César Vallejo marcó con sus letras musicales El Resplandor de la Luna¨ Si las cosas en el panorama son apreciables en su función de relación tienen un alma y una esencia. Por supuesto, en este caso la elaboración mental entra en juego, y entonces las cosas adquieren cierta irrealidad y mucho más, cuando, como es natural, tienen que proyectarse en el espacio donde un dulce tono de lejanía le da una atmósfera de melancólica espiritualidad.

En sus logros folklóricos de captar un trozo del paisaje, primero ofrecemos al alma la belleza distante y luego nuestro espíritu aparte de saturarse de lejanía, se transporta y parece flotar en un ambiente de idealidad. Esta ficción de hondo contenido espiritual y estético comunica al alma una modalidad sensible y emotiva.

Para enfocar y captar el arte de Jessy es preciso sentir y tener noción de la perspectiva, es decir de la dirección, distancia y posición de las cosas en la naturaleza y en el alma. Una estampa del amanecer, un rincón florido del valle son en si bellezas, se mire de donde se miren como lo hace en su poesía.

Pero si a esta estampa y rincón florido asocia el hombre de las culturas el acervo de las imágenes y emociones de su experiencia, y, al contemplarlo lo hace ubicándose desde cierto punto del horizonte y desde tal altura emotiva logrará advertir y suscitar una riqueza de emociones que las demás personas no alcanzarán.

Tiene del paisaje Jessy como toda belleza un poder de seducción sobre el hombre que muy fácilmente se apodera de él. A fuerza de admirar las maravillas de la naturaleza se encarna con ellas. El primor de los prados y el fulgor de las auroras vive en sus entrañas; su corazón es como un ánfora en el que se escancian todos los perfumes y su alma una lira en el que vibran todas las melodías.

La alegría y la fiesta de Jessy son su propia alegría y fiesta y son suyos la melancolía y la pena de las tardes. Tanto es su compenetración que el paisaje es la visión de sus pupilas, el latido de su ser y el ensueño de su espíritu. Es que todo paisaje tiene la fuerza de una vivencia sicológica, es decir que el alma experimenta y vive la belleza que encarna y sugiere.

Jessy tiene una vida real. Su registro vocal es sorprendente ya lo demostró en Trujillo ganando galardones No en vano el animismo primitivo concebía las cosas de la naturaleza como a seres animados. Nace en los lugares más hermosos del universo, se desenvuelve en un ambiente de admiración, hace acopio de riquezas con la música de sus bardos, el cantar de sus juglares y con el mito y la leyenda del folklore. Adquiere madurez y define su estilo y personalidad, para acabar por esbozar un rostro y delinear su fisonomía.

En esta etapa perfecciona su estilo ganando logros en los grandes escenarios y acrecienta su magia de simpatía y acercamiento y pone en juego la maravilla de su lenguaje de formas, de melodía y color, de su literatura y poética. Esta clave da al hombre una facilidad de adaptación que consterna y sorprende. El lenguaje de formas ha tocado su sensibilidad. El espectáculo de la naturaleza se refleja en su ser con una exquisita emoción. Es en virtud de ésta organización espiritual que entre la naturaleza y el alma se establece una relación de contenidos inmersos y, así, como la perla se hace al molde, el alma se hace al paisaje y nuestra vida al ritmo que irresistiblemente nos envuelve y rodea. Esto explica aquel acendrado amor al terruño y a la patria, aquella fuerza cósmica que atrae al hombre y aquél sentimiento religioso de veneración y cariño que le comunica.

El poder telúrico es mucho más fuerte cuanto más intenso y rico es su contenido y cuanto más sensible son las facultades de Jessy y así difunde en la radio y la televisión su canto andino y promueve la cultura de nuestro Perú profundo Su lucha no termina…sigue por la ruta de la pintura, la música, la danza y su folklore que va de la mano con el color de sus ojos y así se le reconocerá siempre aquí en nuestros corazones como ¨Lluvia en los Andes”.