LÁGRIMAS Y SONRISAS DE MILGICHA
MIRANDO EL MUNDO
ANDINO DEL CALLEJÓN DE HUAYLAS
Milgicha
es la muchachita de estos relatos, venida de las abruptas y matizadas sierras
del norte andino, pura en sus decires, de nítida pasión. Es la reencarnación de
las viejas tradiciones del folklore, del paisaje, en ella se mira solamente la
fertilidad y la simbiosis del hombre con la naturaleza divina. Es la mueca viva
del paisaje.El paisaje es para Milgicha el poblado airoso o el villorrio
humilde, la campiña próvida o el páramo agreste, los ríos ululantes, las
lagunas sensitivas, los cerros trenzados y las cumbres nevadas. Su ubicación y,
su riqueza lograrán un cielo acogedor, una atmósfera y un horizonte sugestivo,
una luz solar y lunar más esplendentes.
El
paisaje revive en el hombre, nos dice, la emoción mágica que la naturaleza
impone. Suscita una renovación de emociones en el contacto con la belleza del
universo. No es que el paisaje tiene la fuerza vital de comunicar al ser una
simpatía y fusión que le da la sensación y emoción de vivir el contacto de la
primavera, la armonía del color, la melodía de un ritmo o el halo sutil de los
crepúsculos.
La
belleza de una estampa o la hermosura de una flor nos transfiguran al punto que
nos sentimos identificados con el paisaje o anegados de su fragancia. La
naturaleza por la ingeniosa obra de sus armonías y vibraciones nos traspasa y
penetra tanto que crea un sentido especial de relación que explica la razón de
quienes anuncian una tempestad cuando ella no amenazaba o hacía prever por sus
apariencias. Tal una modalidad de la presencia o sentimiento mágico del
paisaje, de cuya evolución son fruto el mito y al mística, que la poesía y la
música logran y, alcanzan significarlo en su plena función de relación e
identificación.