viernes, 28 de mayo de 2010

Alberto Carrión Vergara

Un hombre como Alberto Carrión Vergara tiene un ideal y una cima de referencia espiritual que escalar
Por: Julio Olivera Oré
El hombre y el escenario: aquél ahíto, el otro fecundo en sugestiones. El hombre en plena cogitación y emoción y el escenario en plena ebullición y vibración.

De Conococha al Cañón del pato dos franjas de paisajes se extienden a ambos lados del río Santa y culminan de un lado en la línea Nevada de la Cordillera Blanca y del otro en las cumbres de la Negra, delineando un espléndido escenario, rico en estampas melódicas y multicolores y fuente de emociones extraordinarias.

La Cordillera Blanca con su límite irreal y la Cordillera Negra con su cresta decorada por la patina de los siglos logran horizontes magníficos, prístina la una y con una diafanidad exacerbante e infinita, y la otra cargada de relieve y misterio.

En Este escenario nace don Alberto Carrión Vergara y, es aquí donde ambos lados la evolución y despliegue de la superficie, su anfractuosidad y movilidad, la oposición de abismo y cumbre, la contraposición de la estática y dinámica consternan y suspenden al espíritu. La montaña granítica con su enmarañado acento geométrico ofrece una modalidad dialéctica y arquitectural; en la cumbre argentada la línea del horizonte se confunde y se pierde en el espacio en un afán de perspectivas atmosféricas. Asi nos consterna su desaprición este mes de Mayo, recordando el alud del año 70 y el levantamiento de la ciudad o la reconstrucción de la misma por este generoso galeno yungaino.

Un hombre como Alberto Carrión tiene un ideal y una cima de referencia espiritual que escalar. La ascensión a ellos es intentada y perseguida a diario. Las etapas de la ruta son difíciles, pero la fuerza del carácter logra Alturas que estimulan. Las caídas y pérdidas del sendero enseñan y aleccionan. Esta ascensión espiritual del doctor Carrión Vergara nos llena de ilusiones y privaciones es igual a la ascensión de las montañas. El andinista que tiene por delante una cumbre se llena de emoción y fascinación. La altura lo atrae. Y empieza la ascensión con alegría y denuedo. Para él las asperezas y anfractuosidades de la ruta son sus estampas de belleza inapreciable. En este afán el médico y el hombre de terruño pone su energía para vencer la pesada ascensión, su destreza y cautela para eludir sorpresas en las encañadas o las resquebraduras de las superficies nevadas o ya en el bisturí para modelar estéticas de ilusión El viento, las avalanchas, las tempestades y los espejismos exigen de Carrión con conocimientos y recursos precisos. De la eficacia de ellos depende su vida y la de sus pacientes la destreza de su mano. No es que la naturaleza le tienda un lazo con la maravilla de su resplandor, es el hombre que se atreve ingresar a un escenario en el que los fenómenos geológicos y metereológicos y humanos están en plena ebullición. De aquí que él por fuerza logre su percepción viva e instantánea, una claridad mental inmediata, una osadía sin temeridad, una rectitud y honradez a toda prueba.

Igual técnica es empleada en la cirugía plástica y la pintura costumbrista.. La aldea solitaria, la humilde choza indígena, la milenaria ruina arqueológica, son orientados en la misma perspectiva; solo cuando el artista ha querido circunscribir su paleta a cosas aisladas y concretas prescinde del nevado y del cielo, pero entonces el espacio y el fondo del cuadro se sumergen en la verde tonalidad de la naturaleza, en aquel verde musical que partiendo de los jardines y praderas hacen historia en las ruinas incaicas y pátina en los musgos de las cumbres andinas, asi Verfara pone el arte de la b elleza en sus manos para cristalizar la inmortalidad de su cirugia. Lo demuestra en los Congresos Interamericanos de Cirujanos Plásticos en la Habana y en Eiropa y los Estados Unidos de Norte América. Igualmente el Perú le debe la Primera Presidencia de Cirujanos Plásticos.

Descansa en paz hermano Alberto

Julio Olivera Oré

lunes, 10 de mayo de 2010

Feliz Dia de la Madre

Mater Divine Gratia Et Bone Consilli
La madre no muere: porque no muere
lo que es inmortal y divino.
Por eso tu estás en un cofre
como un joyel, como un verso o una melodía,
estás en la abstracción de las ideas
y en toda la distancia del cero al infinito.

Estás también madre querida
en el piar de las aves,
en el perfume de las flores,
en el ritmo de mis canciones
y en el pulso febricitante
de éste hijo que te implora.

Tu no estás muerta, tu revives y te alzas
cada vez que el dolor toca a tu hijo;
surges allí donde su fe vacila,
resucitas a diario en su ardua brega
para enjugar el sudor de su frente
y para colmar sus cestas vacías.

Tu no has muerto madre querida,
porque las madres no mueren jamás.
Qué seria el amor sin tu castidad?
Qué sería la melodía sin tu voz?
Qué sería la belleza sin tu rubor?
Y qué de la vida sin el calor de tu regazo?

La sonrisa sin tu piedad seria una mueca,
el beso sin tu fervor una parodia,
el llanto sin tu congoja sería una ironía.
Nada tendría sentido ni significación
si no fuera por tu bondad
o por tu heroísmo de mártir o diosa.

Tu aristocrática belleza no muere,
se agiganta en la leyenda y en el mito;
sobrevive en el ensueño y en la quimera,
flota como el perfume de una fragancia.
El lujo de su pedrería brillante
ennoblece a la misma melancolía.

Y éste mi dolor es una cruz o un calvario?
O es mi lura y mi razón de ser?
Esta mi plegaria es una invocación absurda,
o es la canción de la esperanza?
 
Estas heridas son una llaga que consume
o son las ascuas rojas en que se templa el acero?
Nada hay más pura y excelsa que tú !
Las rosa y los lirios se angostan,
el cielo se empaña y la luz se mancha,
pero tu castidad inmaculada
es como la plata o el oro:
cuanto más se frota más brilla.

La belleza de la madre no se marchita.
Aquél hechizo sonrosado de sus mejillas
o se diadema de oro purpúreo
cuando ríe,
o se tornasola de marfil o ámbar
cuando llora.